La independencia de Maracaibo: una historia mal contada.

José Alberto Vargas La Roche.

Abogado, escritor, miembro de número del Centro Zuliano de Investigaciones Genealógicas.

Mapa de la laguna y saco de Maracaibo, 1777. Biblioteca Virtual de Defensa, Ministerio de Defensa de España.


¿Independencia o zulianidad?


Cada 28 de enero se cumple otro año de la declaración de independencia de Maracaibo respecto del imperio español y de su unión a la República de Colombia, hecho complejo, que puede tener múltiples interpretaciones, pero que sin dudas tiene la relevancia de haber dado inicio a la vida republicana de Maracaibo y de todo el territorio bajo su jurisdicción, forma de organización política que se ha mantenido vigente de forma ininterrumpida durante dos siglos, aun con los cambios de afiliación estatal, las transformaciones políticas y los vicios estructurales con que se ha enfrentado, y sobre todo, a pesar de su vigente crisis multidimensional.


El pasado 2021 se cumplió el bicentenario de esta trascendente efeméride, que no fue conmemorada con la pompa y solemnidad con que en la pasada década celebraron sus correspondientes bicentenarios de vida republicana los distintos países de Hispanoamérica, y es que la independencia de Maracaibo es un acontecimiento desdeñado o minimizado. Lo es por la historiografía centralista venezolana, que la ve como un hecho tardío que no determinó los destinos de la guerra, por lo que la considera desmerecedora del mismo reconocimiento y valor dado a la declaración de independencia de Venezuela, diez años previa; o por tratarse del acto fundacional republicano de lo que terminó consolidándose como una mera entidad regional subsumida dentro de un Estado nacional que la gobierna. También lo es por la historiografía zuliana, que se limita a estudiarla superficialmente, de forma pasional y tendenciosa. Y lo que es peor, es pasmosamente ignorada o desconocida por la gran mayoría de los habitantes del territorio objeto de esa declaración de independencia: los actuales zulianos.


Esto último se debe primariamente a que la fecha fue camuflada con el título de día de la zulianidad, decretado como tal por el ejecutivo estatal a principios de este siglo, lo que intercambió su significación histórica -desfigurándola y desvirtuándola- por el de un concepto abstracto, subjetivo y difuso, cuyo contenido varía dependiendo de quien lo interprete, como lo es la zulianidad. No niego que la zulianidad tenga un valor trascendental para muchos, sino la mayoría, de quienes somos de esa tierra, pero precisamente se trata de eso: un valor esencialmente subjetivo, variante y que a cada individuo debe corresponder apreciar o no según manden sus fueros internos, por lo que bajo ningún concepto un gobierno que se precie de plural debería imponer su conmemoración, y menos aun una conmemoración estandarizada y oficializada según un criterio gubernamental y propagandístico, o nacido del arbitrio de algunos intelectuales y académicos, con evidentes fines de promover un nocivo pero popular chauvinismo zuliano, que ni siquiera puede categorizarse como nacionalismo en regla, sino como subestimación, desprecio y mofa de lo ajeno al Zulia.


Es cierto que cada persona puede asociar la zulianidad con cualquier elemento que para sí mismo la refleje como idea, no pudiendo negarse la existencia de ninguna de estas visiones, siendo todas, en tanto no vengan aparejadas del peligroso extremismo antes señalado, merecedoras de igual tolerancia y aceptación. Es tan válida la visión de quien asocia la zulianidad con elementos folclóricos como la gastronomía, las características idiosincráticas asociadas al zuliano, el patrimonio natural, las obras de infraestructura más renombradas como postal representativa del gentilicio, o ciertas figuras religiosas como personificaciones del Zulia; como la de quien la vincula con los símbolos identitarios comunes más básicos y universales, como el lenguaje y las tradiciones compartidas; o la que equipara la zulianidad con la valoración y comprensión de nuestro recorrido histórico, de lo que nos diferencia de nuestros vecinos pero también de aquello que nos une a ellos, dándonos un sentido de pertenencia que nos anime a desear, ansiar y luchar por una autonomía que permita al Zulia decidir sus destinos, prosperar por sus medios y por el trabajo, ingenio y arrojo de sus hijos, y colaborar con el engrandecimiento de nuestros hermanos venezolanos y colombianos.


No obstante, también es una realidad inexorable, cuya existencia no puede negarse, que una de las interpretaciones dadas a la zulianidad, y albergada por un creciente número de personas y grupos, la entiende básicamente como la exaltación de todo lo que sea zuliano y denigración de lo ajeno, cayendo en el terreno fangoso de un chauvinismo hueco, cuyo único sustrato es la propia arrogancia, y que no debería tener cabida en ninguna sociedad moderna.


En definitiva, no es menester para un gobierno promover corrientes de pensamiento, por lo que no puede corresponderle decidir qué es la zulianidad, y menos aun esconder la fecha de nuestra independencia bajo la colorida fanfarria de una efeméride que los mismos gobiernos e instituciones zulianos han sustraído de contenido y cargado de rancios rasgos patrioteros. El deber de un cuerpo institucional serio, responsable, neutral y que valore la memoria histórica de su ciudadanía es rescatar al 28 de enero de la distorsión y desdibujamiento al que ha sido sometido, y emprender una labor divulgativa que eduque a los zulianos sobre los orígenes de su patria y les haga ver críticamente lo que esa fecha representa para nuestro Estado en términos históricos, políticos y jurídicos, y cómo esta representa solo un acontecimiento más, empero de gran relevancia, de un largo proceso formativo, que aun continúa, que forjó y seguirá forjando la identidad de todos quienes nos hacemos llamar zulianos.


La declaración de independencia de la Provincia de Maracaibo.


Aquel 28 de enero de 1821 el cabildo de Maracaibo, como representante democrático y constitucional de su pueblo, y con el respaldo del gobernador de la provincia, declaró la libertad e independencia de aquel. El hecho incontrovertible del que se debe partir es, pues, la propia acta de independencia de Maracaibo. Este documento institucional existe, aunque el paradero de su ejemplar original sea desconocido para quien escribe estas líneas y para los profesionales conocedores del tema consultados. Su texto completo se conserva en publicaciones impresas hechas por diarios de la época. Además, este documento fue efectivamente emitido el 28 de enero de 1821, no siendo sino la minuta de la reunión ese día convenida por el cabildo de la ciudad de Maracaibo, que fue rubricada por los miembros de esta corporación municipal.


Con este acto, Maracaibo rompió los vínculos jurídicos y políticos que la unían a España y a la Capitanía General de Venezuela a la que estaba adscrita hasta entonces, y se constituyó en república democrática que habría de unirse “con los vínculos del pacto social a todos los pueblos (…) que bajo la denominación de República de Colombia defienden su libertad e independencia según las leyes imprescriptibles de la naturaleza”, fundamentando tal decisión en la soberana libertad que por naturaleza correspondía al pueblo de Maracaibo que aquella corporación representaba por mandato electoral y bajo las reglas constitucionales españolas.



Oficio del gobernador de la Provincia de Maracaibo, Francisco Delgado, comunicando a Simón Bolívar la declaración de independencia de Maracaibo y acta del Cabildo de la ciudad en la que se hizo el referido pronunciamiento. Impreso en el Correo del Orinoco Nº 100, tomo IV, publicado en Angostura el sábado 7 de abril de 1821, 11º de la independencia de Venezuela.


Maracaibo: tarde pero segura.


Ahora bien, cabe preguntarse, ¿qué motivó esa declaración?, ¿por qué se produjo tantos años después del inicio de la causa independentista/movimiento insurgente de Venezuela y Nueva Granada?, y sobre todo, ¿cuál fue la estrategia usada por los insurgentes republicanos para asegurar la independencia de Maracaibo y su incorporación a la República de Colombia?


A Maracaibo le tomó una década más que al resto de las provincias de la Capitanía General de Venezuela romper unilateralmente los vínculos que la unían a España, una década en la que el resto del territorio venezolano se desangraba en una guerra de exterminio. Las razones de esta tardía unión a la causa republicana no se reducen a un repudio a Caracas y a cualquier proyecto político que de ella viniera, ni a una lealtad ciega a la monarquía y a la identidad hispana. Un cúmulo de factores motivó a las autoridades maracaiberas a actuar como lo hicieron.


El hecho de rechazar el sistema político venezolano no fue mero capricho o necedad de las autoridades maracaiberas. Con este rechazo buscaban, por un lado, capitalizar a su favor la situación de inestabilidad y ruptura institucional existente en el territorio de la Capitanía General de Venezuela, que generó una coyuntura favorable para que Maracaibo intentase conquistar su absoluta autonomía política y militar de cualquier otro territorio americano. Esta empresa autonomista, llevada a la Cortes Generales de Cádiz por el diputado maracaibero José Domingo Rus, fracasó en última instancia.


Por otro lado, la negativa a incorporarse al proyecto independentista reflejaba, más que férrea lealtad a un rey distante, familiaridad y suficiente conformidad con el único statu quo que habían conocido en todas sus vidas los maracaiberos del momento y sus ancestros por muchas generaciones, además de aparente satisfacción y beneplácito con las reformas liberales que se habían dado en España en los años anteriores.


En ese sentido, la Constitución de la Monarquía Española sancionada en 1812 y, tras un ínterin absolutista, restituida en 1820, elevaba a las provincias ultramarinas como Maracaibo, y a sus habitantes, a la misma categoría de los españoles y provincias peninsulares, haciéndolos titulares de los mismos derechos.


Otro factor decisivo fue la lógica prudencia y precaución de los grupos de poder de la provincia (autoridades políticas y militares, clero, aristocracia local, comerciantes y terratenientes), que demostraron un sentido de preservación de las prerrogativas, fueros y espacios de dominio con que contaban. Sumarse a una causa que no terminaba de conquistar sus pretensiones políticas y que no les garantizaba el respeto futuro de sus posiciones de poder los pondría en una peligrosa situación de precariedad e incertidumbre que con toda lógica prefirieron evitar.


Urdaneta el estratega.


Esto último, precisamente, fue una de las situaciones que los republicanos supieron eventualmente entender y abordar con inteligencia, ya que al generar la confianza y convicción en las autoridades y demás factores de poder de Maracaibo, de que sus posiciones estaban a salvo y tendrían cabida en las altas esferas de la república, lograron que cedieran y finalmente declararan su independencia para agregarse a Colombia.


Esta confianza se logró a través de una estrategia diplomática de negociaciones clandestinas encabezada por el general Rafael Urdaneta, jefe de la Guardia de Honor del Libertador, y gestionada por personajes de confianza de las autoridades maracaiberas llamadas a insurreccionarse. Se trató pues, de ganar lealtad política a través de lealtades sociales, familiares y económicas preexistentes.


Sin embargo, que la mayoría de los grupos de influencia de Maracaibo decidieran mantenerse adeptos a la monarquía española hasta el último tramo del proceso independentista no necesariamente refleja la opinión o postura mayoritaria de la población. Sería un despropósito negar que existieron varios e influyentes personajes de la sociedad maracaibera que fueron republicanos desde los inicios mismos del movimiento, bien oriundos de la provincia y que hacían vida en otras -muchos de los cuales sirvieron en las filas de los ejércitos republicanos- o bien residentes de la propia jurisdicción de Maracaibo que ejercían la rebeldía y manifestaban sus convicciones a través de esfuerzos de propaganda política y reuniones y conjuras clandestinas, todas sin feliz término.


Precisamente de entre estas figuras ya alineadas con el independentismo republicano surgieron los distintos agentes usados por Urdaneta para negociar con su red social realista afincada en Maracaibo las condiciones para la proclamación de su independencia: Domingo Briceño y Briceño, Pedro Jugo, Juan Evangelista González y Juan Evangelista Delgado (hermano del gobernador de Maracaibo, Francisco Delgado).


No obstante la existencia de estos maracaiberos republicanos, es objetivamente imposible determinar por cuál bando la población común de la Provincia de Maracaibo decantaba sus simpatías, ya que solo se conserva la documentación oficial, diplomática y militar de ambas partes en conflicto, en la que evidentemente afirma cada una que el pueblo se identificaba con la respectiva posición defendida por el autor de la carta, comunicación, oficio, manifiesto, bando, pasquín o artículo de que se trate. Es escasa o nula la documentación que pueda probar los verdaderos sentimientos mayoritarios de la población.


Por otro lado, no puede negarse que a pesar de la estrategia conspirativa de Urdaneta y sus agentes, no fue solo en el tablero de las negociaciones diplomáticas que el destino de Maracaibo fue decidido. También fue determinante la presión militar, que aunque no directa y abiertamente hostil, Urdaneta supo utilizar como elemento de persuasión o hasta coerción hacia las autoridades maracaiberas, al tener ocupadas las tropas bajo su mando (según la delimitación territorial establecida en las cláusulas del armisticio hispano-colombiano vigente en ese momento), la región andina venezolana y el sur del lago de Maracaibo.


Vale decir que las armas de Colombia estaban apuntadas en dirección a Maracaibo y los Puertos de Altagracia, principales poblaciones de la boca del lago y de la provincia. Esta situación de vulnerabilidad militar en que se hallaba la Provincia de Maracaibo, potenciada por lo diezmado del Ejército Expedicionario de Costa Firme, la partida a España de su primer y gran jefe el general Pablo Morillo, la ausencia de refuerzos de la península consecuencia de la alzamiento liberal de Rafael del Riego, entre otros factores que tensaban la situación en Maracaibo y hacían inminente la victoria de Colombia en la guerra, hizo ver a las autoridades maracaiberas que las circunstancias exigían su apoyo al probable bando ganador.


La soberanía del pueblo de Maracaibo.


Más allá de todas estas consideraciones de índole diplomático, estratégico y militar, no puede negarse tampoco que los maracaiberos mantuvieron, a pesar de haberse unido a Colombia, sus convicciones autonomistas coloniales, transformadas en un ideario soberanista, de auto-determinación y simpatizante de la democracia, por la clara influencia de las ideas liberales que impregnaron la ciudad y provincia tras la instauración de la liberal Constitución de la Monarquía Española, y por el trabajo propagandístico de personajes de la elite maracaibera adictos al sistema republicano.


Y es que la declaración de independencia propiamente dicha, invocando y fundamentándose en la soberanía del pueblo, la democracia y los pactos sociales entre naciones, declara a Maracaibo como república democrática, una sociedad independiente que solo se unía a Colombia en virtud de esos mismos pactos sociales que consideraban de derecho natural. Esta posición del cabildo de Maracaibo, adoptada en la referida declaración es, de hecho, convalidada por el Capitán General español Miguel de La Torre y por Simón Bolívar.


El primero de ellos consideraba que para evitar la ruptura del tratado de armisticio celebrado por España y Colombia en noviembre de 1820, debían las tropas de Colombia ausentarse del territorio de la jurisdicción de Maracaibo, y dejar que la provincia se gobernara a sí misma hasta que aquel tratado feneciera o se llegase a un acuerdo definitivo de paz.


Bolívar, por su parte, en un análisis jurídico más detallado, consideraba a Maracaibo como no perteneciente a España desde el mismo 28 de enero de 1821. Para el general venezolano, la ocupación de las tropas colombianas se debió a la invitación que, en virtud del derecho de gentes que regía las relaciones entre Estados, les hizo la propia Maracaibo, en su condición de país independiente que podía establecer libremente relaciones de cualquier tipo con Colombia, decidiendo a la postre ingresar a aquella república como uno de sus elementos integrantes. En pocas palabras, Bolívar le dio un enfoque internacional a esas primigenias y breves relaciones de Colombia y Maracaibo como países distintos, dando legitimidad al ideario soberanista de Maracaibo.


A manera de colofón.


Sin tener a nuestro alcance documentación primaria y de carácter privado que pueda reflejar las verdaderas intenciones, sentimientos y deseos que guardaban en su interior los maracaiberos de la época, y con las limitaciones impuestas por la oficialidad de las fuentes primarias, resulta imposible conocer si los Delgado, Briceño, Jugo y compañía, y más aun, si los maracaiberos más notorios por posición social o vínculos comerciales, y el propio pueblo llano, el que no intervenía en las querellas y conflictos de quienes decidían los destinos de la ciudad y provincia, estaban o no auténticamente convencidos de romper lazos con España, y si su unión a Colombia era honesta y convencida o más bien deseaban otra forma de organización política.


Lo único que puede considerarse un hecho incontrovertible, además de la declaración misma, es que esta se fraguó y logró a través de una serie de maquinaciones políticas, estrategias diplomáticas y negociaciones clandestinas sostenidas entre las autoridades realistas de Maracaibo acompañada de la élite de la ciudad, y el gobierno colombiano representado por el también maracaibero Rafael Urdaneta. Es decir, se trató de un acuerdo eminentemente entre maracaiberos que sostenían públicamente posturas ubicadas en las antípodas, pero donde existió la vital mediación de personajes de convicción republicana pero con fuertes vínculos familiares, sociales y comerciales con el poder establecido en Maracaibo, que hasta entonces era realista.


En definitiva, así no fuera una independencia declarada por convicción, era lo conveniente en el momento y terminó decidiendo el destino de Maracaibo y su jurisdicción, el actual Estado Zulia, por más de doscientos años.

Crónica de un soldado exiliado.

Por José Alberto Vargas La Roche.

Francisco Amado, también llamado Duque, fue una persona de su tiempo, un hombre cuya vida refleja las particulares condiciones de la América Latina de los tiempos de las guerras de independencia. Además, es mi quinto abuelo (vale decir, el tatarabuelo de mi abuelo paterno), por lo que sus decisiones de vida determinaron en parte que yo exista en este mundo. Nació Francisco el 30 de septiembre de 1789 en la Villa de Brozas, hoy perteneciente a la provincia de Cáceres, en Extremadura, España. Fue bautizado el 3 de octubre de ese año en la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de la misma localidad, con el nombre de Gerónimo Francisco Diego. Provenía de un largo linaje pechero de brocenses y venteros[1].



Detalle del “Mapa geográfico del Partido de Alcántara: comprehende el gobierno de su nombre, el de Gata, el de Valencia de Alcántara: las Varas de Brozas, Ceclavín, y Cilleros”, realizado por Tomás López, geógrafo real, en 1785, 4 años antes del nacimiento de Francisco Amado, donde se ven claramente las villas de Brozas y Las Navas[2].

Plano de la Villa de Brozas, hecho en 1796 por Tomás López, geógrafo real[3].

Su nombre es, cuanto menos, problemático para la investigación histórica, y es que a pesar de haber vivido entre el último cuarto del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, cuando parece que las costumbres relativas a nombres personales y familiares comenzaban a estandarizarse en el mundo hispano (estando el nombre de una persona formado por la hoy común combinación de nombre de pila y dos apellidos: el paterno y el materno, en ese orden), en la distinta documentación primaria donde es directamente mencionado, aparece con distintos nombres y apellidos que inevitablemente hacen la labor investigativa más complicada.

Si bien usó el apelativo Francisco -que se corresponde con el segundo de los que se le asignaron en la pila bautismal- como nombre principal durante su vida, siendo llamado de esa forma, a secas, por familia, autoridades políticas y eclesiásticas, en algún documento aparece como Gerónimo Francisco, en otro como Francisco Gerónimo, y en otros, incluso, a su acostumbrado nombre se le adhiere como acompañante un Antonio, sin aparente explicación.



Templo de Santa María la Mayor de la Asunción en la Villa de Brozas, lugar de bautismo de Francisco Amado[4]

La determinación del apellido resulta aun más engorrosa, y es que si bien el sustantivo Francisco siempre fue usado al menos como parte de su nombre de pila en toda la documentación que sobre su vida existe disponible, su apellido es caso distinto, variando entre Amado, Duque y una combinación de ambos.

Amado, el primer apellido de su padre y de su abuelo paterno, fue heredado de una bisabuela paterna, María Sánchez la Amada, proviniendo a su vez de la línea paterna de aquella, siendo su abuelo, también llamado Francisco Amado y quien probablemente vivió en la segunda mitad del siglo XVII, la primera persona conocida en portarlo en la familia. Si su abuelo paterno hubiera adoptado el apellido de su padre, Rino sería el que completara la identificación de Francisco. En cuanto al Duque, este apellido sí siguió una sucesión patrilineal más tradicional, aunque la madre de Francisco en ocasiones no era referida con ese nombre familiar, sino como Delgada o la Delgada, que había heredado de su propia madre.

Así, en los primeros documentos vitales de Francisco solo se referencia su apellido a través de la mención de sus padres, siempre asignando Amado como primer apellido de su padre. Entre 1823 y 1833 usó indistintamente los apellidos Amado y Duque, en ocasiones apareciendo juntos, pero en estos casos refiriéndose al Duque como un alias o un nombre por el cual era vulgarmente conocido, en lugar de colocarlo como un segundo apellido.

En el marco de esa década, durante los años 1823 y 1824, Duque apareció en varios documentos como único apellido, incluso de forma predominante, siendo también utilizado como apellido único en documentación militar y civil emitida entre 1823 y 1828. Luego, entre 1828 y 1831 solo el apellido Amado aparece en los documentos, para luego resurgir dos veces el nombre Duque en el mismo mes de noviembre de 1833.

Desde 1835 usó exclusivamente Amado, siendo referenciado solo con ese apellido incluso en los documentos eclesiásticos de sus hijos en los que un ya fallecido Francisco es mencionado. Sus hijos adoptaron el apellido Amado, y así pasó a las siguientes generaciones, siendo vasta la descendencia que ha portado y porta ese nombre de familia en Maracaibo.

En el mundo hispano, antes de la instauración de los registros civiles en la segunda mitad del siglo XIX, el nombre de una persona era un elemento maleable, cambiante y que reflejaba una importante libertad de escogencia, pudiéndose usar como primer apellido incluso los nombres familiares heredados de mujeres y hasta de antepasados más remotos, según pudiera convenir. Sin embargo, este fenómeno empezó a estandarizarse y ya para la época en que vivió Francisco, la tradición de colocar como primer apellido el del padre, aunque no obligatoria, estaba bastante arraigada[5], por lo que el uso del nombre familiar Duque de forma predominante en una parte de su vida, y más aun, el constante cambio de apellidos de forma intercalada, resulta curioso y puede responder a otro tipo de razones, que pueden ir desde una motivación personal, como lo sería el ánimo de pasar desapercibido o tener un perfil bajo (lo que por los hechos de su vida parece improbable), hasta una más prosaica y probable informalidad e inconsistencia en el registro de los hechos de la vida de las personas.

Ya refiriéndome a los hechos que moldearon su vida, es indispensable empezar diciendo que Francisco fue soldado realista durante la guerra de independencia de Venezuela, perteneciendo al ejército expedicionario de Costa Firme, destinado a reconquistar las provincias insurrectas del norte de América del Sur. Esto se evidencia por aparecer mencionado en una relación de los jefes y oficiales de esa fuerza militar que fueron expulsados de la República de Colombia, a la que la Provincia de Maracaibo se estaba agregando, confeccionada a bordo del bergantín de guerra “Independiente”, anclado en Los Puertos de Altagracia, el 6 de agosto de 1823, y hecha de conformidad con el artículo 4 del tratado de capitulación suscrito en Maracaibo entre los ejércitos de Morales y Padilla, el 3 de agosto de ese mismo año, cuyo tenor disponía el referido exilio[6].

No se tiene una absoluta certeza del rango que ostentaba Francisco Amado en las filas realistas, ya que en manifestaciones escritas hechas por su esposa y en comunicaciones de las autoridades gubernamentales del Departamento del Zulia[7], se lo señala como Teniente de Caballería, pero en la referida relación de oficiales expulsados de Colombia tras la capitulación de Morales, se le asigna el grado de subteniente. Puede tratarse de un error en el referido listado o de un ascenso de último minuto, pero lo cierto es que formaba parte de la baja oficialidad del ejército expedicionario.

Por otro lado, resulta curioso que en el encabezamiento de la referida relación se indique que los sujetos en él señalados ya habían salido del territorio de la república, ya que Francisco se casó en Maracaibo el 3 de septiembre de ese año de 1823, exactamente un mes después de celebrada la capitulación,  por lo que evidentemente no había abandonado la ciudad para el momento de la elaboración del listado, ni lo hizo en las semanas inmediatamente posteriores.

De hecho, no sería descabellado pensar que contrajo matrimonio con la maracaibera Concepción Alvarado -mi quinta abuela- como, al menos en parte, una medida desesperada para tratar de evitar su expulsión, lo que puede interpretarse de una posterior declaración hecha en el expediente de solicitud de retorno a Colombia, que esgrimía como prueba del patriotismo colombiano de Francisco el hecho de haberse casado en "una de las familias más adictas al sistema político" que regía a la República[8].

Sin embargo, también es un hecho que Francisco y Concepción ya tenían algún tipo de relación antes de contraer matrimonio, y es que su primera hija nació a finales de enero de 1824, menos de cinco meses después de la boda de sus padres, que tuvo lugar en septiembre del año anterior, por lo que es evidente que fue concebida de forma prematrimonial, alrededor de abril de ese mismo año.

Igualmente se sabe que para el momento de su expulsión, Francisco ya estaba establecido en Maracaibo, dedicándose a la agricultura[9], por lo que al menos parcialmente parece que había dejado la vida de militar activo atrás, o la compaginaba con la de particular ya avecindado, empleado y casado en las Indias.

Lo cierto es que en algún punto de ese año de 1823 Francisco tuvo que dejar Maracaibo, y que partió refugiado a la isla de Curazao, ya que en 1825 su esposa solicitaba al gobierno colombiano que le concediera permiso a su marido para regresar de ese exilio, en el que afirmaba ya llevaba 2 años[10] (es decir, desde el propio 1823). La determinación de Curazao como destino parece derivar de su condición de territorio neutral en el conflicto independentista; aparentemente había para el momento algún tipo de norma, que he fallado en identificar, que exigía que aquellos expulsados que quisieran retornar a territorio colombiano, debían permanecer algún tiempo en Curazao u otra isla neutral, observando buena conducta, hasta recibir la pertinente autorización del gobierno[11].



Firmas de mi quinta abuela, Concepción Alvarado, esposa de Francisco Amado y quien luchó ante las autoridades colombianas en favor de su marido, hechas en los últimos días de diciembre de 1825, en el precitado expediente de solicitud de retorno.

Esta expulsión con retorno condicionado parece contradecirse con el exilio potestativo que el previamente referido artículo 4 del instrumento capitular contemplaba para los jefes, oficiales, sargentos, cabos y demás individuos de tropa europeo, e incluso para los músicos de ese origen, carácter libre y electivo que se infiere del uso en su texto de la fórmula “(…) podrán salir juramentados fuera del territorio de Colombia para no volver a tomar las armas contra ella, mientras no sean canjeados (…)”[12], donde el verbo poder refleja libertad de escogencia y no un mandato imperativo.

En la realidad, sin embargo, esta norma se tradujo en expulsiones forzosas, como se desprende de los trámites emprendidos ante el gobierno de Colombia por Concepción Alvarado. Esto representa, pues, una temprana muestra de arbitrariedad, falta de seguridad jurídica e inobservancia de las normas jurídicas por parte de las instituciones estatales colombo-venezolanas, que ha perdurado en mayor o menor grado -dependiendo de cuál de los dos modernos países se trate- hasta nuestros días.

La vida de Francisco Amado en Curazao se desarrollaba en la más absoluta miseria, “(…) sin arbitrio de que subsistir, rodeado de continuas fuertes indigencias hasta casi pordiosear el alimento (…)” como señalaba su esposa en la promoción de testigos que formuló ante el Alcalde Parroquial de Maracaibo[13]. Los testigos presentados, señores Antonio Jiménez, Francisco Guerra, José Gaybis y Simón Henrrique (los tres primeros vecinos de Maracaibo y el último de Curazao), ratificaron en sus declaraciones lo señalado por Concepción Alvarado, ya que habían tenido contacto directo con Francisco en la isla caribeña. De hecho, los señores Jiménez y Gaybis fueron más allá, indicando el primero que Francisco sí que llegó al “(…) extremo de mendigar el alimento (…)”, señalando el segundo de ellos que incluso le era “(…) casi indispensable (…)” pordiosearlo[14].

En definitiva, el grado real de pobreza de Francisco en suelo antillano es difícil de determinar a ciencia cierta hoy en día, pero todo parece indicar que sí sufrió fuertes penurias, que no solo se limitaron a lo económico, sino que también lo tocaron en lo personal, y es que por encontrarse forzosamente alejado de su familia, no conoció a su primera hija, María Celia, que nació y murió en 1824 en pleno exilio de su papá.

Por otra parte, Francisco procuró, durante su exilio curazoleño, demostrar su nuevo patriotismo colombiano y su adhesión al régimen republicano, rehuyendo de la compañía de los desafectos al gobierno de Colombia y de los españoles en general, y expresándose públicamente en favor de aquel gobierno y en contra de la “injusticia y temeridad de los españoles”[15], que aun guardaban esperanzas de nuevas expediciones de reconquista provenientes de la península[16].

Su tenacidad para convencer sobre su fidelidad a Colombia era tal que no solo afirmaba su “(…) deseo de reunirse a su esposa para vivir tranquilo bajo las leyes de la república (…)” e incluso su disposición de derramar “(…) en su defensa la última gota de sangre”[17], sino que además rechazó ofertas de “encargarse del cuido de una tienda” en Puerto Rico o en Cuba, empleo que lo sacaría de la extrema precariedad en que vivía, por haberle sido extendidas por españoles e implicar su traslado a “país español”[18]. Este traslado a territorio dependiente de España, además, lo haría transgredir la supuesta condición de permanencia en territorio neutral requerida para recibir el permiso de retorno a Maracaibo, por lo que si quería reunirse con su esposa no le convenía aceptar las dichas ofertas, aunque pudieran favorecerle económicamente, o aunque en el fondo aun llegase a guardar simpatía hacia su patria de origen.

Esta actitud evidentemente la granjeó la enemistad de aquellos españoles residenciados en Curazao, de quienes recibió persecución, estando siempre en zozobra y expuesta su seguridad individual, según declaraba Concepción Alvarado en carta que dirigió el 29 de diciembre de 1825 a Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de Colombia, encargado del poder ejecutivo ante la ausencia de Simón Bolívar[19].

A través sus palabras, Concepción nos hace ver cómo Francisco tenía la expectativa de que, a cambio de abandonar las banderas del rey y plegarse a la naciente república, recibiría la hospitalidad y buena acogida del gobierno de Colombia, ya que era lo que correspondía con arreglo al sistema político y jurídico que imperaba en ese país, al derecho de gentes y a la más elemental humanidad. Pero ese no fue el caso, el ejecutivo colombiano negó admitir a Francisco en el seno de la república, y lo condenó a una vida en el limbo que representaba Curazao, separado de su esposa en Maracaibo, e imposibilitado de asilarse en su tierra natal, ya que su actitud lo convirtió en reo de alta traición para España[20].

Concepción le señalaba a Santander con poéticas palabras que, no obstante todas las penurias que le habían tocado vivir a su esposo, Francisco “(…) tiene la más dulce satisfacción de presentar al Gobierno y a los Pueblos de Colombia un testimonio inequívoco, de que si es Español por naturaleza, es patriota por decisión”[21].

Esa actitud de fidelidad a Colombia, a todas luces autodestructiva, y el tesón, entereza y lealtad demostrados por su esposa en la tramitación del permiso de retorno durante 1825, eventualmente dieron frutos, y es que en una nota marginal estampada en la referida carta remitida por Concepción al Vicepresidente, firmada el 14 de febrero de 1826 por el Secretario del Interior de Colombia, José Manuel Restrepo, se da a entender su decisión de acceder a las peticiones de la solicitante, al escribir la frase “Resuelto: que se suspenda la determinación”[22], en clara alusión a la expulsión de Francisco. Sin embargo, parece que fue ya en 1827 que Francisco pudo retornar a Maracaibo, ya que es en ese año que Carlos Luis Castelli, Intendente del Departamento del Zulia, acusa recibo de la aprobación del salvoconducto a Francisco para regresar a Colombia[23].

No obstante, su estancia en Maracaibo con el permiso del gobierno colombiano fue efímera. Se tiene constancia de que para principios de febrero de 1828 había sido nuevamente expulsado del país, junto al también español doctor Manuel Arocha, que había sido cirujano del ejército expedicionario y que también había sido expulsado una primera vez en 1823, y al maracaibero Nepomuceno Socorro. Partieron los tres a un nuevo exilio en Curazao, a bordo de la goleta de guerra Independencia, por el motivo de ser “(…) desafectos y peligrosos a la tranquilidad y seguridad del departamento” del Zulia. Esto consta en carta del 2 de febrero de 1828, enviada por Justo Briceño, Intendente del Departamento para la época, a quien ocupara la Secretaría de Guerra para el momento[24], que se trataría por la fecha bien de Carlos Soublette o de Rafael Urdaneta.



Vista de la batalla naval del Lago de Maracaibo, del 24 de julio de 1823, en la que se aprecian, en la línea superior de embarcaciones, que tienen bandera tricolor colombiana: en primer lugar, de derecha a izquierda, el bergantín Independiente, donde fue confeccionada la lista de oficiales realistas expulsados que incluía a Francisco Duque, y en séptimo lugar, en el mismo orden, la goleta Independencia, probablemente la misma que menos de cinco años después transportó a Francisco a su segundo exilio[25].

Las causas específicas de esa expulsión, o sea, las razones del supuesto desafecto y de la peligrosidad de Francisco, no he podido determinarlas, así como tampoco conozco la duración ni las condiciones de vida de ese segundo exilio curazoleño. Probablemente no haya durado más de un año, ya que a principios de 1830 nació en Maracaibo su tercer hijo, necesariamente concebido en 1829, y posteriormente siguió teniendo hijos en esa ciudad a lo largo de la década de los 30 del siglo XIX, lo que certifica su presencia en suelo maracaibero.

De lo que sí se tiene casi total certeza es que, a menos que esta segunda expulsión haya sido muy breve, y al igual que con su primogénita, Francisco no presenció el nacimiento de su segundo hijo Francisco Antonio, mi cuarto abuelo, ya que este se dio unos dos o tres meses después de su forzosa partida de Maracaibo. Afortunadamente, este hijo sí llegó a la adultez y pudo convivir con su padre, quien eventualmente retornó a Maracaibo, donde además parece que se reinsertó satisfactoriamente en la sociedad, siendo feligrés junto a su familia de la parroquia de Nuestra Señora de Chiquinquirá y San Juan de Dios, y teniendo alguna participación en la vida política de la ciudad.

Esto último se hace aparente al comprobar que un Francisco Duque, con casi plena certeza nuestro personaje, aparece entre los firmantes del pronunciamiento de Maracaibo del 16 de enero de 1830, en favor de su adhesión o unión en federación a Venezuela, separación de Colombia, rechazo al envío de tropas desde Cartagena, y reconocimiento de José Antonio Páez como jefe del nuevo Estado venezolano y de Miguel Borras, Prefecto y Comandante General del Departamento como Jefe del Zulia[26].

No esperaría menos de alguien que fue tan vilipendiado y maltratado por Colombia, pero que hizo su vida en Maracaibo. El proceder más lógico era el que efectivamente siguió: respaldar, junto a los ciudadanos notables de la ciudad, la ruptura con aquel país y la constitución de Venezuela en Estado independiente. Once años después, el 08 o 09 de abril de 1841, Francisco Amado, llamado Duque, murió en Maracaibo, ciudad a la que llegó como conquistador, de la que fue expulsado dos veces, y en la que encontró un hogar, iniciando una familia que ha continuado hasta nuestros días.


Fuentes primarias eclesiásticas consultadas para la elaboración de este artículo:
  • Partida de bautismo de Gerónimo Francisco Diego Amado, de 3 de octubre de 1789, disponible en: https://gw.geneanet.org/luisitahg?n=amado+duque&oc=&p=geronimo+francisco+diego30-09-1789
  • Posible listado de comunión o confirmación donde aparece Francisco Gerónimo Amado, S/F, disponible en: https://gw.geneanet.org/luisitahg?n=amado+duque&oc=&p=geronimo+francisco+diego
  • Acta de matrimonio de Francisco Duque y Lucía Concepción Alvarado, de 03 de septiembre de 1823, disponible en dos versiones diferentes en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GR5G-C3K?i=261&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-CDRP y https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33S7-9R5G-C23?i=219&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-CD24
  • Partida de bautismo de María Celia Amado, de 28 de enero de 1824, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GRR9-W7H?i=442&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-3P62
  • Acta de defunción de María Celia Duque, de 4 de febrero de 1824, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GR5N-9GDK?i=203&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-8VNH
  • Partida de bautismo de Francisco Antonio Amado, de 6 de abril de 1828, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33S7-9RR9-Q57?i=111&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-3LZF
  • Partida de bautismo de Manuel María Amado, de 18 de febrero de 1830, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33S7-9RRD-ZR7?i=81&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-3RB6
  • Partida de bautismo de Felipe Santiago Amado, de 4 de enero de 1832, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GRRD-ZLN?i=156&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-Q9PX
  • Partida de bautismo de María Teresa de Jesús Amado (alias) Duque, de 12 de noviembre de 1833, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GRRD-Z6Q?i=243&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-Q926
  • Acta de defunción de Teresa Duque, de 15 de noviembre de 1833, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GR5L-BPJ?i=41&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-8KXJ
  • Partida de bautismo de Rosa María Teresa Amado, de 31 de agosto de 1835, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GRRD-CYM?i=306&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-QQ6F
  • Partida de bautismo de Domingo del Rosario Amado, de 30 de mayo de 1837, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GRRD-CD7?i=404&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-QXQY
  • Partida de bautismo de Evarista Amado, de 31 de mayo de 1839, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GRRD-HJH?i=607&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-795M
  • Acta de defunción de Francisco Amado, de 09 de abril de 1841, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33S7-9R5L-B95?i=163&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-8LHJ
  • Acta de defunción de Rosa Amado, de 16 de marzo de 1845, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GR5L-YK5?i=289&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-814F
  • Acta de matrimonio de Francisco Antonio Amado y Magdalena Torrealba, de 26 de agosto de 1853, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GR5N-92W8?i=321&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-C5N4
  • Acta de matrimonio de Felipe Amado y María del Rosario Hoyo, de 01 de mayo de 1878, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GR5N-9VKF?i=661&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-8FQY
  • Acta de defunción de Francisco Antonio Amado Alvarado, de 12 de mayo de 1901, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33S7-9RR9-6P4?i=639&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-32YP
  • Acta de defunción de Felipe Amado, de 17 de agosto de 1915, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GR5G-924?i=135&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-XCRV
  • Acta de defunción de Manuel Amado, de 26 de enero de 1922, disponible en: https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GRR9-D51?i=1057&cc=1951777&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AQVMV-S5VT



[1] Así se les llama a los naturales del Arrabal de las Ventas, hoy Navas del Madroño, pueblo vecino a Brozas.
[2] Perteneciente a la Real Academia de la Historia, archivado con el código [C-011-003-06]. Disponible en: http://bibliotecadigital.rah.es/dgbrah/es/consulta/registro.cmd?id=12787
[3] Plano que forma parte de la colección de la Biblioteca Nacional de España, y cuya digitalización está disponible en: Rivero, Juan Francisco. Brozas en 1796, en un mapa de Tomás López. Publicado el publicada el 9 de agosto de 2019 en: Lópezhttp://cronistadelasbrozas.blogspot.com/2019/08/brozas-en-1796.html
[4] Autor de la imagen: Rpmayor. Obtenida en: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Iglesia_en_Brozas.jpg
[5] Alfaro de Prado, Antonio. La ¿caótica? transmisión de apellidos hasta el siglo XIX en España. Disponible en: http://www.genealogiahispana.com/apellidos/la-caotica-transmision-de-apellidos-hasta-el-siglo-xix-en-espana/
[6] Armada Nacional de la República de Colombia. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada Colombiana al mando del Almirante D. José Padilla. Documentos para su historia. Sección de Imprenta y Publicaciones, Bogotá, 1947, pp. 101, 105 y 107.
[7] Briceño Perozo, Mario. Vida y papeles de Justo Briceño. Gráficas Continente, 1970, p. 209.
[8] Certificación sobre la conducta y situación de Francisco Duque, expedida por Bruno de Ortega, Jefe Político Municipal del Cantón de Maracaibo, a solicitud de Concepción Alvarado, el 23 de diciembre de 1825. Inserta en el expediente de solicitud de permiso para el retorno de Francisco Duque a Colombia, que reposa en el Archivo General de la Nación de Colombia bajo el código de referencia PETICIONES-SOLICIT:SR.75,8,D.2; disponible digitalmente en: http://consulta.archivogeneral.gov.co/ConsultaWeb/descripcion.jsp?id=3823159&images=true (página 11/106 del archivo digitalizado).
[9] Carta de Concepción Alvarado dirigida al Vicepresidente de la República de Colombia encargado del poder ejecutivo, Francisco de Paula Santander, fechada el 29 de diciembre de 1825. Inserta en el expediente de solicitud de permiso para el retorno de Francisco Duque a Colombia citado en la nota 5 (página 20/106 del archivo digitalizado).
[10] Ibíd. (página 19/106 del archivo digitalizado) y; escrito de promoción de testigos presentado por Concepción Alvarado ante Ramón Campos, Alcalde de Parroquia de Maracaibo, aproximadamente el 21 de diciembre de 1825. Inserto en el expediente de solicitud de permiso para el retorno de Francisco Duque a Colombia citado en la nota 5 (página 3/106 del archivo digitalizado).
[11] Declaración sobre la conducta observada por Francisco Duque en la isla de Curazao, suscrita por cuatro vecinos de aquella el 18 de mayo de 1825. Inserta en el expediente de solicitud de permiso para el retorno de Francisco Duque a Colombia citado en la nota 5 (páginas 15 y 16/106 del archivo digitalizado).
Vid. nota 6 (página 20/106 del archivo digitalizado).
[12] Tratado de capitulación bajo el cual se ha rendido el ejército español de Maracaibo, del 3 de agosto de 1823. Publicado por: Espinal, Valentín. Iris de Venezuela Extraordinario N° 13, Caracas, 18 de agosto de 1823. Guardado por el Archivo General de Indias bajo el código de referencia: ES.41091.AGI/21.8.6//ESTADO,63,N.44, y publicado digitalmente en: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas/servlets/Control_servlet?accion=3&txt_id_desc_ud=65899&fromagenda=N
[13] Vid. nota 7 (páginas 3 y 4/106 del archivo digitalizado).
[14] Deposiciones de Antonio Jiménez (pp. 4-5/106), Francisco Guerra (pp. 6-7/106), José Gaybis (pp. 7-8/106) y Simón Henrrique (pp. 8-9/106) ante Ramón Campos, Alcalde de Parroquia de Maracaibo. Insertas en el expediente de solicitud de permiso para el retorno de Francisco Duque a Colombia citado en la nota 5.
[15] Deposición de Antonio Jiménez (vid. nota 11).
[16] Vid. nota 8.
[17] Ibíd.
[18] Deposiciones de Antonio Jiménez y Francisco Guerra (vid. nota 11) y declaración de vecinos de la isla de Curazao (vid. nota 8).
[19] Vid. nota 6 (página 19/106 del archivo digitalizado).
[20] Ibíd.                                  
[21] Ibíd.
[22] Nota marginal de José Manuel Restrepo, Secretario del Interior de la República de Colombia, fechada en Bogotá el 14 de febrero de 1826, estampada en la carta a la que hace referencia la nota 6 (página 19/106 del archivo digitalizado).  
[23] El referido acuse de recibo no se encuentra digitalizado, por lo que no ha podido ser consultado directamente, pero es descrito en su ficha del Archivo General de la Nación de Colombia, donde reposa bajo el código de referencia FUNCIONARIOS-PUBL:SR.44,12,D.18. Dicha ficha se encuentra disponible en: http://consulta.archivogeneral.gov.co/ConsultaWeb/descripcion.jsp?id=3737140. Nótese que el nombre del Intendente del Departamento del Zulia aparece incorrectamente como Carlos Castillo en la ficha, realmente refiriéndose a Carlos Castelli, quien para 1827 ocupaba ese cargo público (Vid. Semprún Parra, Jesús Ángel; Hernández, Luis Guillermo. Diccionario General del Zulia, segunda edición, p. 454. Sultana del Lago, Editores, Maracaibo, 2018 (entrada para Castelli, Carlos Luis).
[24] Briceño Perozo, Mario. Ibíd.
[25] Garneray, Ambroise-Louis. 2ª Vista del Combate del 24 de julio del año 1823 en la laguna de Maracaybo al mando del Benemérito General José Padilla se la dedica al teniente de navío Jayme Brun. Posterior a 1823. Litografía de Langlumé, 45 x 64 cms. Colección Museo Bolivariano, Caracas. Imagen y descripción de los navíos en: Maita Ruiz, José Gregorio. Las Vistas de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, de Ambroise-Louis Garneray. Validación como fuente histórica. Publicado el 12 de junio de 2017 en: http://terrestrium-navalium.blogspot.com/2017/06/las-vistas-de-la-batalla-naval-del-lago.html
[26] Azpurúa, Ramón. Anales de Venezuela. Documentos para la historia de Venezuela desde el año de 1830, Tomo I. Imprenta de vapor de “La Opinión Nacional”, Caracas, 1877, p. 104.

La independencia de Maracaibo: una historia mal contada.

José Alberto Vargas La Roche. Abogado, escritor, miembro de número del Centro Zuliano de Investigaciones Genealógicas. Mapa de la laguna y s...