10 razones por las que nos conviene convocar una Asamblea Nacional Constituyente.

Quiero compartir algunas razones que para mí, describen adecuadamente la urgencia de convocar una Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela:

1. Nos permitiría renovar la titularidad de los distintos entes y órganos que conforman el Poder Público. 
Si bien este no es el objetivo principal de una Constituyente, su razón de ser, sí que es la máxima causa por la que hoy requerimos su convocatoria, por lo que la coloco antes que aquella en esta lista. Una vez la Asamblea produzca una nueva Constitución, si el pueblo la aprueba, entraría ésta en vigencia, y, como se consideraría al Estado refundado, se haría necesario realizar elecciones generales para escoger a los nuevos titulares de los entes y órganos de elección popular que conforman el Poder Público Nacional, Estadal y Municipal, en todas sus divisiones horizontales.

2. Es la única vía (pseudo)democrática que nos queda. 
No podemos esperar hasta 2019 para elegir un nuevo Presidente, ni hasta 2016 para poder realizar un referendo revocatorio al mandato de Maduro, y ni siquiera esperar hasta 2015 para intentar obtener mayoría en la Asamblea Nacional; el deterioro del país y la acentuación de la dictadura están demasiado acelerados como para darnos ese lujo. La Constituyente es nuestra última esperanza en este régimen de apariencias democráticas pero realidades opresoras, cualquier otra forma de salida se daría al margen de lo constitucional y legal, y probablemente con el uso de la violencia.

3. Nos daría una nueva oportunidad y esperanza para reconstruir el país. 
Como consecuencia de la primera razón enunciada en este listado, y como ya les comenté en mi publicación anterior, nos permitiría terminar el periodo histórico de ruina que vivimos y abrirle paso a una nueva era de esperanza, libertad y progreso.

4. Estado de Derecho y democracia por dictadura. 
Si logramos colocar en el poder como representantes del pueblo a personas de verdadera convicción democrática, Venezuela podría regresar a dicha senda, ya no sólo en el papel, sino también en la práctica. Al tener un Poder Ejecutivo de valores republicanos, las demás ramas del Poder Público Nacional recuperarían su autonomía, ya no serían cautivas de aquel, y nuestra patria sería por fin un Estado de Derecho efectivo.

5. Por fin adiós al comunismo y a la dominación extranjera. 
A pesar de que odio el por algunos sectores sobreempleado término "castrocomunismo", hay dos verdades rotundas: Venezuela sí va rumbo al comunismo, con legislaciones que imponen cada vez más controles a la economía, con mayores restricciones a las libertades individuales y al derecho de propiedad, con el otorgamiento de demasiadas atribuciones al llamado Poder Popular, y con ya descaradas referencias al cambio de modelo propulsado desde el Ejecutivo Nacional en instrumentos jurídicos -inconstitucionales- como el Plan de la Patria; y la injerencia del gobierno cubano en los asuntos internos de Venezuela se torna más y más preocupante, con cubanos contados entre los "asesores" del Ejecutivo Nacional, con personas de esta nacionalidad dictando las directrices de nuestros servicios de identificación, registros y notarías, así como de las Fuerzas Armadas Nacionales, y con la depravada admiración a la doctrina y gobierno de los Castro. La renovación de los cargos de elección popular que implica la eventual aprobación de una nueva Constitución podría finalmente significar que los nuevos representantes del pueblo se alejen de este nefasto sistema y que purifiquen la soberanía de nuestro país de parásitos oportunistas.

6. Podríamos tener una mejor Constitución, sin los defectos de la actual. 
A pesar de que la Constitución vigente fue defraudada y pisoteada por su principal promotor, Hugo Chávez, ésta en el papel es de bastante calidad normativa, centrando sus disposiciones en la protección de la persona humana y en el reconocimiento de sus derechos -es, por tanto, antropocéntrica-. No obstante, es perfectible, adoleciendo de diversos defectos en su contenido y en su redacción. La eventual nueva Constitución podría incluir cambios como la necesaria limitación de la posibilidad de reelección; la disminución de la duración del período presidencial; la eliminación de la contradicción descentralización-federalismo que la actual contempla, favoreciendo la implantación de un sistema federalista que permita el desarrollo autónomo de los Estados que conforman la Federación; la atenuación del exacerbado presidencialismo con la transferencia de algunas competencias presidenciales a otros órganos, y con la eliminación, por ejemplo, de la figura de las leyes habilitantes y de la posibilidad de disolución del parlamento con que cuenta el Presidente; entre otros cambios y novedades. También podría incluir cambios en la redacción, con el uso de una mejor técnica legislativa que elimine nombres rebuscados y el terrible desdoblamiento de género que ha colocado a nuestra actual norma máxima como un ejemplo del mal uso de la gramática castellana.

7. Su convocatoria no es tan difícil. 
La ciudadanía, como titular del poder constituyente originario (entiéndase la soberanía), tiene la legitimación activa para convocar la Asamblea Nacional Constituyente. Así pues, la iniciativa de convocatoria puede ser tomada, como dispone el artículo 348 de la Constitución de 1999, por un quince por ciento (15%) de los electores inscritos en el registro electoral, que para el 2013 son (según el portal digital eleccionesvenezuela.com) 18.952.292, siendo 2.842.843,8 el 15% de ese total, lo que convierte a la convocatoria a la Constituyente por iniciativa ciudadana en algo totalmente factible, dada la dimensión de la capacidad de movilización de la Mesa de la Unidad Democrática y demás sectores opuestos al gobierno.

8. Maduro tendría que aceptar la nueva Constitución. 
Si efectivamente logramos aprobar una nueva Carta Magna, que contraríe los valores e ideología del chavismo, Maduro, Cabello y sus secuaces estarían obligados a reconocerla y acatarla (como dispone el encabezamiento del artículo 349 constitucional), así como a convocar nuevas elecciones generales, y si el pueblo lo dispone, a entregar sus cargos.

9. Ninguno de los Poderes Constituidos puede impedir las decisiones del Poder Constituyente derivado. 
¿Qué quiere decir esto? Que ni Maduro, ni Diosdado, ni Luisa Ortega, ni Gladys Gutiérrez, ni Tibisay, ni nadie, pueden objetar las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente u obstruir su actuación y sus sesiones (como expresa el primer aparte del artículo 349 de la vigente norma máxima).

10. El famoso artículo 350. 
Esta conocidísima norma -por unos grafitis que abundan en muchas calles- dispone que la única limitación al actuar de la Asamblea Nacional Constituyente es, además del respeto a la Constitución del '99 mientras esta mantenga su vigencia, la tradición republicana de Venezuela, su lucha por la independencia, la paz y la libertad, los valores, principios y garantías democráticos y los derechos humanos, dándosele al pueblo la autoridad para desconocer regímenes, legislaciones y autoridades que contraríen estas limitaciones. En resumen, la Asamblea Nacional Constituyente no se puede poner con loqueras o el pueblo puede desconocer lo que de ella surja.

Como colofón a esta lista, quiero hacer un llamado a todo aquel que me lea, a que en el caso de que la oposición organizada decida acoger la propuesta surgida desde varios sectores de la sociedad y la dirigencia política de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, se active para participar en todo ese proceso.

Firma la convocatoria,  ayuda a recoger firmas y vota en los comicios para elegir a los diputados constituyentes, lo cual es de especial trascendencia, porque de tener mayoría en ese Congreso dependen nuestras esperanzas de tener una Constitución distinta. Y si el resultado de la Asamblea es el adecuado, vota para aprobar la nueva Carta Magna para que al final podamos tener elecciones generales que nos permitan sacar de una vez por todas a este régimen del poder. Sé qué serían muchas elecciones, pero es necesario, es la única vía institucional y en la que podemos participar con facilidad. Por nuestro esfuerzo pasa todo chance de ganar.

José Alberto Vargas La Roche.

El sexto gran período.

Llevo algún tiempo escribiendo en este blog sobre la conveniencia de convocar una Asamblea Nacional Constituyente ante la actual situación de crisis política y económica que sufre nuestro país, que no es coyuntural, sino que es el resultado de un proceso de transformación de la democracia en dictadura, de inestabilidad institucional, de degradación moral y de erosión de la economía, impulsado por el gobierno chavista desde su instalación en el poder, mediante la paulatina toma y control de todas las ramas del Poder Público, su perpetuo tono de agresiva confrontación y enemistad social, y sus ataques al sector privado, que han aniquilado la capacidad productiva nacional. Creo que estamos presenciando el fin de un período de nuestra historia, el sistema que los chavistas se han encargado de construir en quince años enfrenta su inminente desmoronamiento, y es que construyeron un monstruo que está sobrecargado de poder y que caerá por su propio peso. Y no implosionará precisamente, este Leviatán explotará sobre todos nosotros, por lo que somos nosotros -quienes sufriremos sus consecuencias- quienes debemos pararlo antes de que haga más daño. 

El reconocido jurista Allan Brewer-Carías delimitó 4 grandes períodos en la historia política venezolana: el del Estado Independiente y Autónomo (1811-1863), el del Estado Federal (1864-1901), el del Estado Centralizado autocrático (1901-1945), y el del Estado Democrático Centralizado de Partidos (1945-1999), todos los cuales iniciaron con Congresos Constituyentes encargados de redactar nuevas Cartas Magnas, entraron en crisis, y -con excepción del último-, terminaron con hechos de violencia armada (Brewer-Carías, Allan R.: Poder Constituyente Originario y Asamblea Nacional Constituyente, 1999. Editorial Jurídica Venezolana, Caracas. Pp. 15,16,17). Ese último período tuvo un final inédito, y es que fue una elección democrática, y no una guerra, revolución armada o Golpe de Estado la que le dio la estocada fatal (a pesar de que el ganador de dichas elecciones lo había previamente querido terminar a la antigua, es decir, intentando un golpe).

Viendo que tocaba la reestructuración del sistema, Brewer tuvo las esperanzas de que por fin se instituyera en Venezuela el Estado Democrático Descentralizado y Participativo que tanto hacía falta. Pero como todos sabemos, ese no fue el caso. En su lugar, y a pesar de que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela la consagró como un Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia, que además sería "federal y descentralizado" (en otra ocasión explicaré estas comillas), el quinto gran período de la historia política patria terminó lamentablemente siendo una regresión al viejo Estado Centralizado autocrático, con la añadidura de que el sistema político-económico predilecto del gobierno es el socialismo.

Es a esa quinta gran era de la historia venezolana, la de los chavistas, una de las más infames, a la que le está llegando la hora de expirar. Entró en crisis con la muerte de su gran y único líder, el tirano Chávez, y nosotros, todos los ciudadanos venezolanos, tenemos el poder, la capacidad, y la soberanía para por fin terminarla y darle génesis al sexto -y esperemos que duradero, estable y fructífero- período de Venezuela, uno que debería ser, bajo mi óptica, de un Estado Federal Democrático.


José Alberto Vargas La Roche.

Manifiesto de un elector decepcionado.

Como manifesté en mi publicación anterior, no voté en las elecciones municipales del pasado domingo. Desde ya les pido a los “MUDistas” alienados que se ahorren sus críticas, porque a fin de cuentas, su ilustre y eminentísima candidata fue reelecta como burgomaestre de nuestro triste Municipio, y podrá seguir manteniendo el legado de corrupción dejado por su marido y estampando su operada cara por toda la ciudad. A los chavistas también les pido que eviten quejarse de mi abstención, ya que al fin y al cabo mi voto no es uno de los que pudieron haber conseguido para obtener la victoria, precisamente porque mi voto, si hubiera sufragado, no habría sido para el candidato de ustedes. Nunca.

Mi abstención y la de tantos no debe entenderse como desinterés con respecto a la crisis generalizada que vive el país (aunque la de algunas personas sí sea sólo eso), sino por el contrario, una forma de participación política, mediante la decisión voluntaria de no darle uso a mi derecho al sufragio, tan válida como ir a votar. Con ella, expreso mi disconformidad con las opciones electorales presentadas, mi repudio a la gestión que finaliza y mi oposición a la gestión que empieza. No pretendo ser partícipe en la continuada marginalización y desmoronamiento de Maracaibo al darle legitimidad con el voto a esta mediocre Alcaldesa, tal como no lo fui en 2010 cuando también me abstuve de votar por esta señora. Todos los que votaron por la susodicha, sépanse culpables de la destrucción de Maracaibo en calidad de cómplices. Los que votaron por la otra opción principal, no me queda más que decirles que su falta de dignidad propia o de educación, según sea el caso, me indignan. Ante la particular situación de nuestro Municipio, la solución idónea era abstenerse, y que ganase quien ganase, su administración se viera empañada y puesta bajo la lupa desde el arranque por estar sostenida sobre los débiles cimientos que da la falta de legitimidad y apoyo popular.

Entonces, que nadie me venga a decir “si no votaste no te quejes” o “el que calla otorga” y demás paja que ya es hasta un cliché en los que creen que democracia es igual a sufragio, porque son ustedes los que con su tan sacramental voto colocan en el poder a gobernantes que me dan las razones para quejarme. Por culpa de ustedes hay razones para quejarse. Así que en todo caso, midiéndolos con la misma vara con la que me miden, quienes no deberían quejarse son ustedes, culpables de esto. Pero tranquilos, que yo no les voy a decir eso, porque la libertad de expresión da para todo, quéjense todo lo que quieran, así como yo me voy a quejar, porque me da la gana, y porque tenemos el derecho a ello (derecho que es humano y constitucional –artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y artículo 57 de la Constitución-, cosa que parece ser desconocida por los letrados que mandan a callar), a pesar de que quienes, y me perdonan la expresión, la cagaron, fueron ustedes. No es por nada, pero la falta de consciencia ciudadana, política, de razonamientos propios y el exceso de prepotencia en tantas personas, además de ser una de las grandes razones por las que el país está tan mal, hace que a esa gente provoque, y me vuelven a perdonar la expresión, zamparle un coñazo por esa jeta.

Dicho esto, prosigo a comentar brevemente los resultados de la estrategia que constituía la razón por la que supuestamente había que votar porque sí: la medición de fuerzas de los dos grandes bandos políticos del país. Formulado de otra manera: el plebiscito de Capriles y de Maduro. Tal estrategia, como “predije” en mi post inmediatamente anterior,  iba a ser tremendamente inútil (obviamente no lo predije, sino que bastaba con tener tres dedos de frente para darse cuenta, pero parece que la obsesión partidista de muchos les redujo el tamaño del lóbulo frontal de sus cerebros), como efectivamente lo fue, y lo único que la hacía plausible era que podía darle más solidez al liderazgo de Capriles, lo que no ocurrió.

¿Por qué fue inútil? Qué más puedo decir, sino que seguimos siendo gobernados por Maduro, la mayoría de los diputados de la Asamblea Nacional siguen siendo oficialistas, los Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia siguen siendo los chavistas de siempre, los Rectores del Consejo Nacional Electoral siguen siendo adeptos al régimen, la Fiscal General de la República, Contralor, Defensor del Pueblo, Procurador, y en fin, todo aquel alto funcionario con poder de decisión y de cambiar la situación institucional nacional sigue siendo chavista. El Estado aún está secuestrado. Unos pocos Alcaldes opositores, y más aún, sin recursos, así sean de las grandes capitales estadales, no cambiarán nada.

Por otra parte, a medida que pasó el tiempo desde que hice mi última publicación donde justifiqué esta táctica del plebiscito o “termómetro político” y se acercaron las elecciones, y mientras más lo analizaba, me di cuenta que de plausible no tiene nada realmente, sino que sólo representaba el egoísmo de los líderes políticos, y sus ansias de potenciar sus partidos y alianzas, no de ayudar al pueblo en sus necesidades y a los Municipios en sus carencias. Hacer más líder a Capriles y afianzar sus aspiraciones personalistas o las de los dirigentes de Primero Justicia, Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo o el que sea, no son nuestro objetivo como ciudadanía. Nuestro objetivo es salir de este gobierno dictatorial, por cualquier vía, a toda costa. Si esa salida es con Capriles como Presidente, perfecto. Y si la vía hacia la libertad es otra, pues que así sea. No podemos seguir meramente alimentando la maquinaria partidista en todos los venideros comicios para satisfacer las necesidades políticas básicas de unos grupitos, ya que si meramente esperamos las elecciones parlamentarias de 2015, y las presidenciales de 2019 y así sucesivamente, a pesar de que la masa de votos opositores crezca exponencialmente, el chavismo nos seguirá subyugando hasta el dos mil siempre.  Esa es la verdad.

Mis últimas esperanzas democráticas, o pseudodemocráticas mejor dicho -dado que esa arcaica y hedionda forma de gobierno inventada por los pitigriegos ya no tiene cabida en la Patria de Bolívar y Chávez, piensa para sí mismo, y lamentablemente materializa, un señor de bigote- las deposito en la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (figura consagrada y regulada por los artículos 347 al 350 de la Constitución vigente), única vía que nos queda antes de acudir a lo que se sale de las fronteras del Derecho, para salir del régimen actual. En el eventual caso de que ella aprobara la nueva Constitución que de su seno surgiría, todas las ramas del Poder Público habrían de renovarse, y podríamos, tal vez, ¿por qué no?, despertar de esta pesadilla.

José Alberto Vargas La Roche.

Porque hay que decir las cosas como son.


Han pasado varios meses desde mi última publicación. Desde la victoria robada de abril no había vuelto a escribir en este blog, más por la falta de ánimos e inspiración que ella influyó en mi, que por falta de temas merecedores de análisis. Mucho ha acontecido y se ha desarrollado en Venezuela desde entonces: protestas, crisis económica, escasez de bienes y servicios, desabastecimiento alimentario, escasez de divisas y la consecuente creación de nuevas figuras y procesos en el opresor sistema cambiario, un mercado negro de divisas descontrolado por la desesperación generalizada, inflación, devaluación de la moneda, la cada vez mayor parálisis de la capacidad de producción nacional, endeudamiento nacional, corrupción en aumento progresivo, incumplimiento de promesas electorales, decisiones erradas de la oposición, endurecimiento de la dictadura y del discurso ideológico comunista gubernamental,  campañas sucias de desacreditación recíproca -fundadas o no- entre gobierno y oposición, la aparente fractura interna del chavismo, y en general, el desgobierno de la República y de los Estados y Municipios, estén en manos del chavismo o de la oposición nacional.

De entre tantas tragedias que ha experimentado Venezuela, quiero comenzar por recordar una de las primeras en ocurrir tras las elecciones de abril, me refiero a la triste actitud asumida por Capriles tras las protestas que siguieron a los comicios, y en general, a todas las acciones de la Mesa de la Unidad Democrática desde aquel momento. En principio todo parecía apuntar en la dirección correcta, ya que ante las evidentes irregularidades acaecidas en el proceso electoral se desconocieron sus resultados -decisión aplaudida por todo el pueblo opositor- hasta tanto no se practicara una auditoría integral y adecuada de las totalidad de las mesas electorales, y se convocaron protestas ciudadanas ante las oficinas regionales del Poder Electoral. No obstante, en el transcurso de las protestas sucedieron hechos de violencia provocados por grupos armados adeptos al gobierno nacional, que motivaron a Capriles a preferir, por miedo a que el gobierno le imputara la responsabilidad de la violencia ocurrida –lo que a fin de cuentas y de todas formas ocurrió-, llamar al término de las protestas; y por otra parte, la auditoría solicitada por la unidad democrática no fue autorizada en la forma en que se propuso y en que cumpliría realmente su cometido; todo lo que causó un cambio radical en el proceder de Capriles.

Quien indudablemente se erigió como el líder absoluto de la oposición venezolana tras las elecciones del 7 de octubre del pasado año -condición que aún mantiene-, y estaba llamado a guiar firmemente al país en la transición hacia la democracia, pasó, tras los hechos que previamente describí, de ser un líder decidido y agresivo -en el buen sentido de la palabra-, a ser una figura pasiva, cobarde y mojigata. Nuestro líder se ha abstenido de convocar cualquier tipo de protesta seria; sustituyó su capacidad de convocatoria por la capacidad de publicar infinidad de mensajes banales en las redes sociales y de moderar un insustancial e inútil programa transmitido por internet; le da al gobierno de Maduro un reconocimiento tácito, mediante el trato con que se dirige a éste, ampliando, en lugar de minar, su legitimidad y proyección ante los ojos de la comunidad global; malgasta tiempo y esfuerzos en el absurdo ejercicio de recursos judiciales para impugnar los resultados electorales en instancias internas e internacionales, cuyo resultado obvio será, como ab initio todos sabemos, negativo e inaplicable en la práctica en cada caso respectivamente; y se resiste a llamar a este régimen por su nombre, como la dictadura totalitaria que es.

Además, como culmen de esta sucesión de desafortunadas decisiones y procederes, Capriles consideró que la vía que a mi juicio es la única posible para salir de este gobierno, en las circunstancias en que nos encontramos, que es el uso de la fuerza, no debe ser siquiera considerada por estar al margen de la constitucionalidad y legalidad (la cual es una apreciación irónica teniendo en cuenta que el gobierno contra el cual se niega a usar la fuerza es precisamente el responsable de destruir el Estado de Derecho en Venezuela), y aún no pretende realizar la por él mismo sugerida convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, que con el cambio de nuestra Carta Magna permita renovar la titularidad de las instituciones del Poder Público y que consecuentemente tal vez nos traiga el final del chavismo (lo cual en sí mismo es una desvirtuación teleológica -empero práctica y justificable- de esta figura representante del poder constituyente originario, es decir, una desvirtuación de la finalidad e intención con que fue consagrada en el actual texto constitucional), sino que dispuso que la forma en que se afrontaría al régimen sería convirtiendo a las venideras elecciones municipales de diciembre en una suerte de plebiscito sobre su liderazgo personal nacional o medición de la dimensión de la población simpatizante de la oposición, donde se valorará más el total de votos obtenidos nacionalmente entre todos los Municipios que el número de Alcaldías que sean ganadas.

Estas elecciones tienen pues, una clara y notoria finalidad estratégica para la Mesa de la Unidad Democrática, pretendiendo hacer de sus resultados una especie de declaración de fuerza, vitalidad y poderío, una demostración de que tiene más influencia sobre la población que el oficialismo, empequeñecido por la ineptitud y falta de carisma de Maduro, una delimitación definitiva del tamaño de las dos facciones enemigas entre las que lastimosa y miserablemente se distribuye la población venezolana. Este sentido que le ha dado la Mesa de la Unidad a las ya próximas elecciones, pasándolas del ámbito municipal al nacional, si es analizado objetivamente, no tiene ningún tipo de utilidad para salir del actual régimen ni para acelerar su fin; obtener un mayor porcentaje de votos a nivel nacional tampoco serviría para mandar un mensaje al gobierno nacional de que “nosotros también existimos y debemos ser tomados en cuenta” o de que “la oposición también es parte del pueblo”, ya que como en reiteradas oportunidades hemos podido darnos cuenta, el oficialismo no escucha nuestros llamados de diálogo, no ve nuestras señales de humo, muy a pesar del crecimiento exponencial del total de votos opositores en cada elección sucesiva; y mucho menos sirve esta estrategia para beneficiar al pueblo, que en definitiva seguirá viviendo en las mismas condiciones paupérrimas y bajo la misma dictadura izquierdista, obtenga la oposición el 80% de los votos nacionales o el 10% de éstos.

El único rédito de esta inversión de votos hecha en diciembre lo vería la figura de Capriles, que se mantendría firme en su posición de líder nacional opositor, habiendo los ciudadanos emitido sus sufragios no necesariamente con la intención de llevar a una persona a ser el titular de una Alcaldía, sino más con la de respaldar a Henrique; y es precisamente ello lo que convierte a la referida estrategia, criticable desde tantas ópticas, en algo justificado, correcto, razonable e incluso políticamente plausible.

El mayor problema de esta táctica, según mi valoración, se encuentra en aquellos Municipios en los que, sin celebrarse primarias para elegir a los candidatos opositores, sino que fueron escogidos por “consenso de los partidos de la Mesa de la Unidad Democrática”, éstos impusieron a personas que por su negligencia e incompetencia en gestiones previas, o por su manifiesta y conocida deshonestidad y falta de valores éticos, no cuentan con el apoyo del pueblo; prevaleciendo así los intereses de los cogollos partidistas de cada región y localidad sobre el interés y la voluntad de la ciudadanía, y sobre el ideal de tener Alcaldes de calidad, con preparación para la administración pública, voluntad de cambio y visión. Este es el caso del Municipio Maracaibo, al cual me contraeré exclusivamente, por ser del que puedo hablar con mayor propiedad, al yo ser no sólo elector de éste, sino también por ser de él natural y en él desenvolverme.

En el Municipio Maracaibo la Mesa de la Unidad Democrática decidió hace ya bastantes meses dar su anuencia para las aspiraciones de reelección de la actual Alcaldesa Eveling Trejo de Rosales, sin tener en consideración el elevado porcentaje de desaprobación con que contaba -y aún cuenta- su administración, como motivo suficiente para la celebración de elecciones primarias que buscasen un nuevo candidato de mayor popularidad y sin el “rabo de paja” que Trejo tiene, probablemente teniéndose a esta decisión, dentro de la organización opositora, como una concesión hecha al partido de la Alcaldesa, Un Nuevo Tiempo, para mantenerlo dentro de la unidad y así garantizar la estabilidad de esta frágil coalición política, así como el respeto de aquel partido político a las candidaturas de las demás organizaciones adversas al chavismo y pertenecientes a la alianza, y evitar cualquier acción imprudente de los azules.

No obstante la designación de Eveling Trejo, un sector considerablemente importante de la ciudadanía marabina manifestó por distintos medios su insatisfacción y desazón con respecto a ésta, llegando incluso a organizarse un proceso de recolección de firmas para solicitarle a la Mesa de la Unidad Democrática la sustitución de la actual candidata por otro específico abanderado unitario, quien cuenta con el apoyo de los firmantes y ha demostrado con acciones su preparación para ocupar el cargo de burgomaestre. Posteriormente, y a pesar de la consecución de un número de firmas suficientemente elocuente, la Mesa negó rotundamente el reemplazo de Trejo de Rosales, ratificándole el respaldo, lo que también hizo Capriles, quien además públicamente llamó la atención del otro dirigente que buscaba la candidatura y que alzó su voz contra la injusticia de la Unidad.

Es así como la oposición sacrificó la calidad por la conveniencia política, conveniencia que pongo en entredicho al no poderse asegurar de antemano la victoria de esta candidatura desfavorecida por su propias fallas y desaciertos. Es también así como la persona que tiene sobre sus hombros la gran responsabilidad que significa mantener el bastión que el Municipio Maracaibo representa para la alternativa democrática, y obtener la mayor cantidad de votos posibles para el total nacional -como ya dije, real objetivo de la Unidad-, es alguien carente de preparación para el gobierno de una entidad tan importante y de la honradez necesaria para lograr la transparencia de la gestión municipal y el uso adecuado de los fondos públicos, lo que ya ha demostrado en estos casi tres años de anarquía, corrupción desaforada, falta de escrúpulos, ineficiencia, mediocridad, incesantes viajes al extranjero financiados con dinero del erario público, desgobierno, en los que nuestra otrora gran ciudad ha visto acelerado el proceso de descomposición y desmoronamiento que atraviesa desde hace varios años.

Por otra parte, tenemos al candidato oficialista, quien no es más que un peón de la dictadura, del centralismo, un representante del gobierno que ha sumido a Venezuela en la borra, la hez, la mierda, lo más bajo del mundo. Este señor, Miguel Ángel Pérez Pirela, se jacta y tiene ínfulas de grandeza, de su preparación en las mejores universidades del mundo, de su supuesta gran capacidad gerencial, sus ánimos de unir a los bandos enfrentados y su amor por Maracaibo. Esto es, como era de esperarse de un designado oficialista, una sarta de mentiras, o para hablar con mayor claridad, una cuerda ‘e mojones.

Lo cierto es, que este prepotente tipo, además de haber abandonado Maracaibo hace bastante tiempo para “prepararse en las mejores universidades del mundo” y posteriormente residir en Caracas, no se educó precisamente en el área de la política, el Derecho público, la administración o gestión pública, o ni siquiera la privada, sino en disciplinas filosóficas, las que definitivamente –y sin ánimos de ofender a quienes estudian esa rama del conocimiento humano- no preparan a una persona para la gestión de una municipalidad, contrario a lo que él afirma; ni tampoco ha tenido, para suplir su falta de preparación académica en el área, experiencia en cargos que impliquen el ejercicio de la función de gobierno. Aparte de ello, el señor Pérez Pirela es célebre por conducir un programa de televisión en el canal del Estado Nacional y ser el responsable de una página web, ambos llenos de afincado rencor contra la oposición y caracterizados por el uso de un tono sarcástico y de burla constantes, por lo que pueden irse olvidando de la pretendida naturaleza conciliadora de este candidato.

Más aún, Pérez Pirela es, como afirmé previamente, un títere del centralismo. Su hipotética elección terminaría de aplastar el carácter autónomo de nuestro Municipio, sometiéndolo cual mero apéndice a las órdenes del cerebro en Caracas, y consecuentemente atacando la iniciativa privada y amenazando el ejercicio de los derechos y libertades de las personas. Basta esta razón para abstenerse de votar por el candidato del oficialismo, más allá de que según algunas opiniones su carácter de desconocido pueda darle el beneficio de la duda con respecto a los resultados de su gestión, que pudiesen llegar a ser positivos. No hay beneficio de la duda para un hombre que represente peligros y que sea la sombra de un tirano.

En lo que respecta a los demás candidatos a la Alcaldía del Municipio Maracaibo, es suficiente decir que son un chiste, lo cual pueden constatarlo ustedes mismos revisando sus programas de gestión en la página web del Consejo Nacional Electoral: sin contenido, con errores ortográficos y mala redacción -que dicho sea de paso, son vicios de que también adolecen los programas de gestión de los dos candidatos principales-. No hay un candidato independiente provisto de excelencia, propuestas, apoyo y osadía para realmente enfrentarse al dominio de los bandos antagónicos rojo y azul.

Ante este panorama, en el que todas las opciones que buscan ocupar la titularidad ejecutiva del ayuntamiento maracaibero parecen igual de lúgubres, ¿qué podemos hacer los ciudadanos? Pues, en lo que respecta al sufragio en diciembre, la decisión corresponde a la consciencia de cada quien. Apelo a la de nuestros compatriotas chavistas para que no se plieguen a la opción oficialista, sin preparación, sin experiencia, desarraigado de lo nuestro; un completo paracaidista. En cuanto a quienes comparten mi postura contraria al oficialismo, pienso que si su consciencia así lo demanda, es válido que voten por la señora Trejo de Rosales para plegarse a la estrategia política resultadista y de proyección planteada por la Mesa de la Unidad, por censurable que sea ésta; así como también es admisible que decidan abstenerse de ejercer su derecho al sufragio por no considerar aptas las candidaturas presentadas.

Yo particularmente me adhiero a la segunda alternativa, me abstendré de votar este 8 de diciembre porque considero mediocre la posibilidad que me ofrece la oposición, porque considero también incapaz a la opción oficialista, además de que mis valores morales y mi anhelo de justicia, orden y respeto al Derecho me impiden jamás votar por un candidato chavista, y porque veo las otras candidaturas como un insulto poco serio a la inteligencia de cualquier elector. En resumen, no pretendo legitimar con mi voto a una administración municipal que destruya mi amada ciudad. Prefiero reservarme el ejercicio del derecho de sufragio en esta ocasión, ya que al fin y al cabo, como en un post anterior expresé, el sufragio es un “(…) derecho, una facultad del ciudadano reconocida por las normas constitucionales y legales, pero no un deber”, por lo que la “(…)abstención electoral se convierte en una forma pasiva de manifestarse en el sistema democrático, permitida por nuestro ordenamiento jurídico, y perfectamente aceptable cuando es usada como forma de censura a las opciones electorales mediocres que en ocasiones se presentan”. Esto no es, de ninguna manera, un llamado a la abstención, eso, como dije, le corresponde a la volición de cada quien, a su fuero interno. Con esto simplemente comparto mi opinión de la situación en que están inmersos nuestro país y ciudad.

Ahora bien, qué pasa si nos planteamos la misma pregunta que anteriormente formulé: ¿qué podemos hacer los ciudadanos?, pero ya no en el plano electoral, sino en uno, digamos, más cotidiano y de iniciativa colectiva. Podemos, en primer lugar, dejar de mordernos la lengua o callarnos por pereza cuando estemos en desacuerdo con las políticas municipales (aplicando lo mismo en los ámbitos nacional y estadal), y empezar a denunciarlas de forma individual o agrupándonos, y por cualquier medio de que dispongamos. No podemos dejarnos amedrentar por el abuso estatal, al que tristemente ya nos hemos acostumbrado, debemos quejarnos, denunciar, mantener el espíritu de protesta que siempre ha caracterizado al Zulia y a Venezuela en general.

En segundo lugar, debemos asumir una actitud acorde con nuestros ideales y propuestas de progreso y desarrollo, no podemos protestar cuando nos parecemos a aquel contra quien protestamos. El civismo y el respeto y cuidado de nuestras esferas de desenvolvimiento debe caracterizarnos (recomiendo leer uno de mis posts previos: “Decálogo del ciudadano”, donde desarrollé unos lineamientos de conducta idóneos para forjar una cultura ciudadana impecable en cada individuo integrante de la sociedad. Pueden encontrarlo en este vínculo: http://www.reflexionesjosealberto.blogspot.com/2012/03/decalogo-del-ciudadano.html). Esto se torna más imperante aún tomando en consideración todo lo previamente planteado, es decir, considerando la inoperancia, pasividad y falta de profesionalismo de los titulares de los distintos entes y órganos estatales. Venezuela, y más específicamente en lo que nos ocupa ahora, Maracaibo, necesitan reformas profundas, un cambio drástico de las estructuras, tanto institucionales como las mentales de los individuos -de cuya consumación depende la realización de las primeras- (este tema lo desarrollaré probablemente en un post subsiguiente), y viendo que en el corto y mediano plazo estos cambios no serán impulsados desde el Estado ni por los políticos considerados en su conjunto, es una tarea que nos compete a todos quienes nos hacemos llamar ciudadanos.

Que así sea.

José Alberto Vargas La Roche.

Amigo chavista.



En primer lugar quiero aclarar que este post no fue escrito para las personas opositoras a este régimen, quienes ya tienen clara cuál será la decisión electoral que tomarán el próximo domingo, la cual -de más está decir- es la decisión acertada. Esta publicación está dirigida a mis conciudadanos chavistas, por lo que pido a quienes, como yo, comulgan con los planteamientos de la alternativa democrática, hagan lo posible por hacer llegar estas palabras a sus familiares, amigos, conocidos y todas aquellas personas que sepan que se encuentren en la otra acera política.

Entonces, dedico estas líneas a los amigos chavistas, y no uso la expresión ‘chavistas’ como sinónimo de oficialistas, existe una distinción entre ambos vocablos. En la situación en que actualmente nos encontramos, que fue moldeada por elementos totalmente circunstanciales, esos términos no pueden ser equiparados. Ustedes chavistas son quienes apoyaron las acciones de Chávez como gobernante en vida, manteniéndolo como referente político y líder aún después de su muerte. Debo decir que nunca apoyé a Chávez y que siempre vi en él a un ser que destilaba resentimiento y pregonaba la división social; pero ustedes lo veían de otra forma, deben tener sus razones para ello, y sí que reconozco su gran liderazgo y carisma, por lo que respeto la posición que mantienen. El oficialismo, en cambio, está conformado por las personas que de alguna u otra forma apoyan o están involucradas con el gobierno, y resalto esta palabra porque Chávez ya no es gobierno, Chávez se fue y esa es la realidad que tienen que aceptar; al día de hoy el gobierno está integrado por ese equipo de trabajo deficiente que lo rodeaba, que fue responsable de muchos de los errores cometidos durante su administración, y que en más de una ocasión él mismo regañó públicamente, y está además presidido por un sujeto sumamente incompetente, falto de preparación y cínico. Entonces amigo, tú no eres oficialista, tú eres chavista.

Como chavista no puedes aceptar que se use la memoria de tu difunto líder como herramienta de campaña, que no se le dé sepultura, y que Maduro trate de atribuir sus propias políticas de gobierno, que tan terribles consecuencias han tenido sobre la sociedad venezolana, a la persona de Chávez. Es cierto que Chávez nombró a Maduro como su sucesor político, tan cierto es esto, que fue uno de los puntos centrales de una de sus alocuciones más importantes y escuchadas, la última de ellas. Pero pese a la unción que tu líder dio a Maduro, amigo chavista, Nicolás ha demostrado que los zapatos de Chávez le quedan muy grandes. Algunos dicen que los líderes nacen y no se hacen, otros dicen que los líderes sí se pueden hacer, pero que para ello se debe pasar por un largo y arduo proceso de formación y toma de experiencia, ahora bien, en lo que todos concordamos es en que el liderazgo no se adquiere de la noche a la mañana, cosa que se puede evidenciar notoriamente en la persona de Nicolás Maduro Moros. La cúpula de gobierno, porque le conviene, ha querido hacernos creer que este señor tiene el perfil para ser una especie de gran guía que el pueblo venezolano "necesitaría" después de Chávez, cuando éste ni siquiera como Ministro supo cumplir cabalmente y con diligencia su trabajo. Maduro no te representa, Maduro no representa a nadie, y yo sé que en el fondo tú estás consciente de eso, amigo chavista.

Si te has dado cuenta de todo lo que he descrito, como estoy seguro que has hecho amigo, te invito a alejarte de la propuesta inútil de Nicolás Maduro, y que te acerques a la real alternativa democrática que depositó su confianza en un verdadero líder, alguien que sí ha pasado su vida sirviendo a la población y preparándose para la Presidencia: Henrique Capriles Radonski.

¿El oficialismo te dice que Capriles es el candidato del imperialismo y de los apátridas? Te mienten, porque es Maduro quien representa a un gobierno de aspiraciones imperiales, el cubano, mientras que Capriles es el candidato de la dignidad nacional y gobernará para todos los venezolanos, ya que acá no hay apátridas, todos compartimos la misma nacionalidad a pesar de las diferencias ideológicas.

¿El oficialismo te dice que Capriles es un oligarca que odia al pueblo? Nuevamente te mienten. Capriles es el candidato de los pobres, los ricos, y los del medio; todos somos pueblo por igual. Te han tratado de sembrar la semilla del odio al decirte que ser rico es malo, pero no, tener riquezas materiales no es algo repudiable, es algo a lo que todos debemos aspirar y por lo que todos debemos trabajar; lo malo es que quien posea grandes medios económicos los haya adquirido por medios ilegítimos, o que no se percate de la realidad social venezolana y no contribuya a su mejora, cosa que ocurre con pasmosa frecuencia entre los altos jerarcas del gobierno y empresarios adeptos a éste, que se han enriquecido de forma sucia y sin límites durante los últimos 14 años a expensas de los recursos públicos, dejando a la población sumida en una mayor pobreza.

¿El oficialismo te dice que son ellos y no Capriles quienes pueden solucionar los problemas de la Nación? Otra vez te ven cara de idiota y te mienten descaradamente. Quienes te dicen eso, han tenido altas competencias en el gobierno desde hace década y media, y por consiguiente han tenido la responsabilidad de atender a los problemas que aquejan a Venezuela, teniendo infinitos recursos para resolverlos, y sin embargo, los problemas siguen, e incluso con mayor intensidad. Capriles no corregirá todo lo que está mal y todo lo que no funciona en Venezuela de un día para otro, ni en un mes, ni en un año, ni en todo su período presidencial; y es que los problemas que el oficialismo le deja al país son tantos y tan masivos que es imposible solventarlos rápidamente. De lo que sí puedes estar seguro es que Henrique Capriles atacará lo que nos aqueja más gravemente, dará soluciones a corto, mediano y largo plazo, y de la mano de un equipo de trabajo preparado y con el apoyo de todos nosotros, encausará a Venezuela nuevamente por la senda correcta.

Amigo chavista, Capriles no es un salvador o mesías, pero no te engañes, Chávez -muy a pesar de toda la admiración y amor que sientas hacia él- tampoco lo fue, y Nicolás Maduro mucho menos lo es. Y es que ningún gobernante es tan grande como para salvar del desastre a un país, y Venezuela no necesita de una sola persona para rescatarla del abismo; los gobiernos están sólo para garantizar el orden, la seguridad, y crear e implementar las grandes directrices de acción, no para cuidarte en todos los aspectos de tu vida. Es tarea de todos los venezolanos, trabajando y cambiando nuestra mentalidad, el impulso de Venezuela hacia el futuro.

Ahora bien, si bien no todo el sufrimiento de la Nación puede ser consolado por un gobierno, ni de Maduro ni de Capriles, la victoria de Henrique sí sentaría las bases para el progreso del país y la recuperación de la democracia y de la fortaleza institucional del Estado de Derecho. Aporta tu voto a esta causa, a esta gran cruzada para recuperar a Venezuela; vota por Capriles, amigo chavista.

Si a pesar de todos estos argumentos que he esgrimido, las amenazas oficialistas de despido de tu trabajo en la administración pública, tu amor a la “revolución”, tu fibra comunista, o cualquier otro elemento te impiden votar por Capriles, te pido entonces que no vayas a votar por Maduro ‘porque sí’ o ‘porque lo tienes que hacer’ o ‘porque te obligan’. En tal caso, amigo chavista, te invito a que sencillamente te abstengas de ejercer tu derecho al voto. No te asombres ni indignes por tal invitación, ni me acuses de fomentar la debilitación del sistema electoral o de llamar al incumplimiento de un deber ciudadano, porque no lo estoy haciendo. Como en anteriores artículos he explicado (si te interesa, lee el que se titula “Votá”), el sufragio es un derecho político que no comporta deber jurídico alguno, por lo que la abstención también es un derecho, nunca una falta. El sufragio sólo podría considerarse como un deber en el plano de lo moral, pero ubicándonos en ese plano, y dada la situación actual, votar por Maduro, más que constituir el cumplimiento de un deber moral, sólo sería un acto de extrema insensatez e inmoralidad. En tal sentido, te pido en primera instancia que votes por la alternativa democrática, por el cambio que este país necesita, y si no lo quieres o puedes hacer, como última opción te invito a abstenerte. Más daño le haces a tu país votando por el usurpador Nicolás Maduro Moros que reservándote el ejercicio de tu derecho al voto. Reflexiona con seriedad, apela a tu conciencia, cíñete a lo moral.

En definitiva, lo que vayas a hacer este domingo 14 de abril, bien sea votar por Capriles, votar por Maduro o abstenerte, depende totalmente de tu voluntad, nadie te puede forzar a hacer lo que no quieras, recuérdalo. Yo sólo te pido, como compatriota, que te armes de valor y votes por Henrique Capriles Radonski. Verás que no me equivoco, que el cambio vendrá.

¡Chavista, amigo, Capriles está contigo!

José Alberto Vargas La Roche.


Sobre la inconstitucionalidad de la Presidencia Interina de Nicolás Maduro Moros.





Nicolás Maduro Moros ocupa desde el 05/03/13 la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela de forma interina, como se ve en el Decreto 9.399 de esa misma fecha (Decreto de duelo nacional), emanado de dicho órgano y publicado en la Gaceta Oficial No. 40.123 del día 06/03/13, que fue suscrito por él. Ello en un principio implicó la auto-elevación de Maduro a la dignidad de Presidente de la República, puesto que para ejercer cualquier cargo público -y más aún el de máximo responsable del Poder Ejecutivo Nacional-, por mucho que sea de forma interina o provisoria, se requiere la prestación de juramento, en este caso ante la Asamblea Nacional, y sin embargo este sujeto omitía esa obligación al atribuirse la cualidad de Presidente de buenas a primeras. Posteriormente Maduro tomó juramento ante el órgano legislativo nacional en una dramática sesión especial, pero ello no significa que su Presidencia Interina finalmente se ajuste a Derecho, por el contrario, ésta sigue estando viciada, tal como podrán darse cuenta a continuación.

En primer lugar es necesario indicar que la posibilidad de que Maduro se encargara de la Presidencia nació de la incorrecta, absurda y politizada interpretación del artículo 231 de la Constitución realizada por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en su sentencia No. 2 de fecha 09/01/13, que permitió el supuesto inicio del período presidencial 2013-2019 sin que se diera el acto de juramentación del Jefe de Estado y Gobierno, lo que hizo que Chávez fuera considerado Presidente en ejercicio hasta su muerte. Dicha decisión no sólo permitió a Maduro dirigir el Ejecutivo Nacional como Vicepresidente a pesar de no haber sido ratificado en su cargo por un primer mandatario enfermo y ausente, sino que precisamente abrió el camino para que quedara habilitado para asumir al mando del gobierno durante el interinato en caso de morir Chávez, considerando que es el Vicepresidente el llamado a encargarse de la Presidencia de la República en caso de falta absoluta del Presidente durante los 4 primeros años de su mandato, según el artículo 233 constitucional en su tercer párrafo. 

Eso fue lo que efectivamente ocurrió al fallecer Chávez, y sin mayor esfuerzo, la Sala Constitucional dictó otra vergonzosa sentencia (No. 141 de fecha 08/03/13) en la que ratificaba el criterio de su anterior fallo con respecto al inicio del período constitucional 2013-2019 y al estatus de Chávez como Presidente en funciones, y declaraba que Nicolás Maduro sería el responsable de la encargaduría en supuesta concordancia con el artículo 233 de la Carta Magna, debiendo juramentarse formalmente, aunque ya este señor había motu proprio y anticipadamente iniciado su labor presidencial 3 días atrás. 

El correcto proceder, lo apegado al Derecho, debió ser que el Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello Rondón, asumiera la Presidencia de la República hasta la celebración de nuevas elecciones, en virtud del mismo artículo 233, que en su segundo párrafo contempla que es éste quien debe cubrir la falta absoluta del Presidente electo y no juramentado, real condición de Chávez antes de fallecer. Tomando en cuenta que el anterior es el verdadero criterio aplicable a la situación en que se produjo la falta absoluta, y teniendo en consideración el carácter sumiso y carente de independencia del máximo órgano jurisdiccional de la República, podemos considerar írritas a las dos sentencias descritas, y por consiguiente inconstitucional e ilegítima la Presidencia Interina de Nicolás Maduro Moros.

Es obvio que esto no es más que una estrategia del gobierno nacional para permitir que Maduro se mantenga como el líder visible de la "revolución", dándole una plataforma pública que facilite su victoria electoral.

Ahora más que nunca es necesario que salgamos a votar, a votar con todos los pronósticos en nuestra contra y con infinidad de obstáculos, a votar contra este régimen, contra el monstruo que Chávez construyó y dejó como legado, a votar por la paz y la estabilidad de Venezuela.

José Alberto Vargas La Roche.

La muerte de Chávez.


Chávez murió. Esta pequeña pero contundente frase de dos palabras posee una magnitud tal, que el mensaje que transmite constituye el acontecimiento más importante de los últimos 14 años de historia venezolana. Me atrevo a decir que más importante que la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, el Golpe de Estado de 2002, el paro petrolero de 2002/2003, el referendo revocatorio de 2004, las elecciones presidenciales de 2006, el intento de reforma constitucional de 2007, la enmienda constitucional de 2009, o las elecciones presidenciales de 2012; y es que quien falleció fue el propulsor, responsable directo en algunos casos e indirecto en otros y principal protagonista de gran parte de estos sucesos y de muchos otros. Chávez supo labrarse un perfil mesiánico gracias a sus dotes de comunicador, hechizando a sus seguidores hasta el punto de ser considerado por ellos “Héroe de la Patria”, “Nuevo Libertador”, “Padre del pueblo”, “Cristo de los pobres”, entre otros calificativos que lo endiosan, lo que explica el peso que tuvo en la vida nacional e internacional y la conmoción generada por esta noticia. Así pues, es lógico que esto haya obligado a este blog a salir del período de hibernación en que se encontraba.

Desde mi perspectiva y de acuerdo a mis creencias y valores, no hay razón para celebrar como una victoria la muerte del Presidente Chávez, ni tenerla como fuente de alegría y júbilo, recordemos que murió su líder, pero contrario a lo que muchos pensábamos, tal parece que el chavismo sin Chávez está  vivo, unido y en condiciones de mantenerse en el poder; lo que no puedo evitar es sentir un gran alivio y percibir una especie de justicia divina en todo el asunto, a pesar de que hubiera preferido mil veces verlo condenado por tribunales nacionales o internacionales y expiando sus culpas en vida. Ahora, tampoco hay nada que lamentar, la muerte de Chávez no es motivo de tristeza, lástima, ni respeto espontáneo hacia este hombre, como si de alguien bueno se hubiera tratado. No podemos olvidar que fue uno de los personajes más nefastos  de la historia patria, un dictador que vestía un traje seudodemocrático.

Hugo Chávez violentó sistemáticamente la Constitución que él mismo propuso e impulsó; el  parlamento que le servía como súbdito alteró el ordenamiento jurídico, como si de plastilina se tratara, para hacerlo compatible con su proyecto socialista; se encargó de controlar todas las ramas del Poder Público, eliminando cualquier posibilidad de que el Estado venezolano funcionara con independencia de su régimen y convirtiéndose en su amo y señor; se encargó de devastar la economía nacional con el despilfarro de los recursos públicos, la creación de las irresponsables y asistencialistas misiones, el mal manejo de PDVSA, el establecimiento y mantenimiento del control cambiario, el control excesivo en el mercado, las continuas expropiaciones y la casi aniquilación del sector privado; permitió que su gobierno se convirtiera en el más corrupto de América Latina; nunca combatió la creciente inseguridad, sino que acogió dentro de su régimen a agentes que la propiciaban; sembró la división social con su discurso de odio, generando un terrible resentimiento de la clase baja a las clases media y alta, y viceversa. En sumatoria, fue quien destruyó el Estado de Derecho, implantó una nueva dictadura y quebró social y moralmente a Venezuela.

No existen entonces motivos para afligirse. Chávez era un ser peligroso y ahora no hay que sentirse amenazados por alguien que se encuentra en la barca de Caronte, alguien que ahora pasa a formar parte de la historia venezolana como un vil caudillo más de los tantos que han pasado por esta tierra, como un nuevo miembro del selecto club de déspotas que gobernaron la Venezuela independiente del poder español por períodos de más de 10 años -consecutivos o no- y del que ya formaban parte Bolívar, Páez, Guzmán Blanco y Gómez, y como uno de los 4 mandatarios que fallecieron en el poder, junto a Linares Alcántara, Gómez y Delgado Chalbaud. El Chávez persona ya no es motivo de preocupación, la amenaza de hoy es el Chávez mito, el Chávez recuerdo que está en las mentes de sus seguidores, y que los hombres fuertes del chavismo desde ya se lo apropian y utilizan como arma para catapultar a Nicolás Maduro hasta la Presidencia de la República.

Y así esto nos lleva al ineludible tema electoral, en el que Venezuela se deberá volver a sumergir apenas salga del impacto mortuorio, por mandato de la Constitución Nacional en su artículo 233. Nos tocará afrontar un nuevo evento comicial dentro de pocas semanas (dentro de los 30 días posteriores al 05 de marzo del presente año), la tercera elección en un período de apenas 6 meses, con una ciudadanía evidentemente extenuada por la perenne campaña y tensión política, lo que se siente con especial intensidad en la población opositora, que está confundida, desanimada y golpeada. El sector oficialista se encuentra igualmente cansado, pero su candidato cuenta con la siempre importante ventaja de la compra de votos con recursos públicos, y del decisivo –y antes explicado- uso del fantasma de Hugo Chávez  como estandarte de batalla, lo que será un revulsivo en los ánimos del chavismo y casi seguramente permitirá el acceso definitivo de Maduro a la Presidencia.

No obstante, es imperante que quienes nos identificamos como opositores, ya no a Chávez, sino al régimen dictatorial que construyó, hagamos un último esfuerzo por librar al país de éste, y convertir al chavismo en un mero movimiento político de doctrinas arcaicas que vaya siendo olvidado con el pasar de los años. Es una tarea difícil, por no decir imposible, pero tenemos que poner empeño una vez más para alcanzar este ideal, o por lo menos, para morir de pie. Hay que salir a votar por Henrique Capriles Radonski, aunque para muchos haya perdido credibilidad; hay que motivar a quienes se encuentran desmoralizados todavía por la derrota del 7 de octubre y por las pobres expectativas, aunque les parezca un trabajo inútil. Por nuestra dignidad como pueblo, porque queremos tener un buen futuro en tierras venezolanas a pesar de que ello cada vez se torne menos probable, porque queremos que este país resista un poco más, ¡a votar!

José Alberto Vargas La Roche.

La independencia de Maracaibo: una historia mal contada.

José Alberto Vargas La Roche. Abogado, escritor, miembro de número del Centro Zuliano de Investigaciones Genealógicas. Mapa de la laguna y s...