La independencia de Maracaibo: una historia mal contada.

José Alberto Vargas La Roche.

Abogado, escritor, miembro de número del Centro Zuliano de Investigaciones Genealógicas.

Mapa de la laguna y saco de Maracaibo, 1777. Biblioteca Virtual de Defensa, Ministerio de Defensa de España.


¿Independencia o zulianidad?


Cada 28 de enero se cumple otro año de la declaración de independencia de Maracaibo respecto del imperio español y de su unión a la República de Colombia, hecho complejo, que puede tener múltiples interpretaciones, pero que sin dudas tiene la relevancia de haber dado inicio a la vida republicana de Maracaibo y de todo el territorio bajo su jurisdicción, forma de organización política que se ha mantenido vigente de forma ininterrumpida durante dos siglos, aun con los cambios de afiliación estatal, las transformaciones políticas y los vicios estructurales con que se ha enfrentado, y sobre todo, a pesar de su vigente crisis multidimensional.


El pasado 2021 se cumplió el bicentenario de esta trascendente efeméride, que no fue conmemorada con la pompa y solemnidad con que en la pasada década celebraron sus correspondientes bicentenarios de vida republicana los distintos países de Hispanoamérica, y es que la independencia de Maracaibo es un acontecimiento desdeñado o minimizado. Lo es por la historiografía centralista venezolana, que la ve como un hecho tardío que no determinó los destinos de la guerra, por lo que la considera desmerecedora del mismo reconocimiento y valor dado a la declaración de independencia de Venezuela, diez años previa; o por tratarse del acto fundacional republicano de lo que terminó consolidándose como una mera entidad regional subsumida dentro de un Estado nacional que la gobierna. También lo es por la historiografía zuliana, que se limita a estudiarla superficialmente, de forma pasional y tendenciosa. Y lo que es peor, es pasmosamente ignorada o desconocida por la gran mayoría de los habitantes del territorio objeto de esa declaración de independencia: los actuales zulianos.


Esto último se debe primariamente a que la fecha fue camuflada con el título de día de la zulianidad, decretado como tal por el ejecutivo estatal a principios de este siglo, lo que intercambió su significación histórica -desfigurándola y desvirtuándola- por el de un concepto abstracto, subjetivo y difuso, cuyo contenido varía dependiendo de quien lo interprete, como lo es la zulianidad. No niego que la zulianidad tenga un valor trascendental para muchos, sino la mayoría, de quienes somos de esa tierra, pero precisamente se trata de eso: un valor esencialmente subjetivo, variante y que a cada individuo debe corresponder apreciar o no según manden sus fueros internos, por lo que bajo ningún concepto un gobierno que se precie de plural debería imponer su conmemoración, y menos aun una conmemoración estandarizada y oficializada según un criterio gubernamental y propagandístico, o nacido del arbitrio de algunos intelectuales y académicos, con evidentes fines de promover un nocivo pero popular chauvinismo zuliano, que ni siquiera puede categorizarse como nacionalismo en regla, sino como subestimación, desprecio y mofa de lo ajeno al Zulia.


Es cierto que cada persona puede asociar la zulianidad con cualquier elemento que para sí mismo la refleje como idea, no pudiendo negarse la existencia de ninguna de estas visiones, siendo todas, en tanto no vengan aparejadas del peligroso extremismo antes señalado, merecedoras de igual tolerancia y aceptación. Es tan válida la visión de quien asocia la zulianidad con elementos folclóricos como la gastronomía, las características idiosincráticas asociadas al zuliano, el patrimonio natural, las obras de infraestructura más renombradas como postal representativa del gentilicio, o ciertas figuras religiosas como personificaciones del Zulia; como la de quien la vincula con los símbolos identitarios comunes más básicos y universales, como el lenguaje y las tradiciones compartidas; o la que equipara la zulianidad con la valoración y comprensión de nuestro recorrido histórico, de lo que nos diferencia de nuestros vecinos pero también de aquello que nos une a ellos, dándonos un sentido de pertenencia que nos anime a desear, ansiar y luchar por una autonomía que permita al Zulia decidir sus destinos, prosperar por sus medios y por el trabajo, ingenio y arrojo de sus hijos, y colaborar con el engrandecimiento de nuestros hermanos venezolanos y colombianos.


No obstante, también es una realidad inexorable, cuya existencia no puede negarse, que una de las interpretaciones dadas a la zulianidad, y albergada por un creciente número de personas y grupos, la entiende básicamente como la exaltación de todo lo que sea zuliano y denigración de lo ajeno, cayendo en el terreno fangoso de un chauvinismo hueco, cuyo único sustrato es la propia arrogancia, y que no debería tener cabida en ninguna sociedad moderna.


En definitiva, no es menester para un gobierno promover corrientes de pensamiento, por lo que no puede corresponderle decidir qué es la zulianidad, y menos aun esconder la fecha de nuestra independencia bajo la colorida fanfarria de una efeméride que los mismos gobiernos e instituciones zulianos han sustraído de contenido y cargado de rancios rasgos patrioteros. El deber de un cuerpo institucional serio, responsable, neutral y que valore la memoria histórica de su ciudadanía es rescatar al 28 de enero de la distorsión y desdibujamiento al que ha sido sometido, y emprender una labor divulgativa que eduque a los zulianos sobre los orígenes de su patria y les haga ver críticamente lo que esa fecha representa para nuestro Estado en términos históricos, políticos y jurídicos, y cómo esta representa solo un acontecimiento más, empero de gran relevancia, de un largo proceso formativo, que aun continúa, que forjó y seguirá forjando la identidad de todos quienes nos hacemos llamar zulianos.


La declaración de independencia de la Provincia de Maracaibo.


Aquel 28 de enero de 1821 el cabildo de Maracaibo, como representante democrático y constitucional de su pueblo, y con el respaldo del gobernador de la provincia, declaró la libertad e independencia de aquel. El hecho incontrovertible del que se debe partir es, pues, la propia acta de independencia de Maracaibo. Este documento institucional existe, aunque el paradero de su ejemplar original sea desconocido para quien escribe estas líneas y para los profesionales conocedores del tema consultados. Su texto completo se conserva en publicaciones impresas hechas por diarios de la época. Además, este documento fue efectivamente emitido el 28 de enero de 1821, no siendo sino la minuta de la reunión ese día convenida por el cabildo de la ciudad de Maracaibo, que fue rubricada por los miembros de esta corporación municipal.


Con este acto, Maracaibo rompió los vínculos jurídicos y políticos que la unían a España y a la Capitanía General de Venezuela a la que estaba adscrita hasta entonces, y se constituyó en república democrática que habría de unirse “con los vínculos del pacto social a todos los pueblos (…) que bajo la denominación de República de Colombia defienden su libertad e independencia según las leyes imprescriptibles de la naturaleza”, fundamentando tal decisión en la soberana libertad que por naturaleza correspondía al pueblo de Maracaibo que aquella corporación representaba por mandato electoral y bajo las reglas constitucionales españolas.



Oficio del gobernador de la Provincia de Maracaibo, Francisco Delgado, comunicando a Simón Bolívar la declaración de independencia de Maracaibo y acta del Cabildo de la ciudad en la que se hizo el referido pronunciamiento. Impreso en el Correo del Orinoco Nº 100, tomo IV, publicado en Angostura el sábado 7 de abril de 1821, 11º de la independencia de Venezuela.


Maracaibo: tarde pero segura.


Ahora bien, cabe preguntarse, ¿qué motivó esa declaración?, ¿por qué se produjo tantos años después del inicio de la causa independentista/movimiento insurgente de Venezuela y Nueva Granada?, y sobre todo, ¿cuál fue la estrategia usada por los insurgentes republicanos para asegurar la independencia de Maracaibo y su incorporación a la República de Colombia?


A Maracaibo le tomó una década más que al resto de las provincias de la Capitanía General de Venezuela romper unilateralmente los vínculos que la unían a España, una década en la que el resto del territorio venezolano se desangraba en una guerra de exterminio. Las razones de esta tardía unión a la causa republicana no se reducen a un repudio a Caracas y a cualquier proyecto político que de ella viniera, ni a una lealtad ciega a la monarquía y a la identidad hispana. Un cúmulo de factores motivó a las autoridades maracaiberas a actuar como lo hicieron.


El hecho de rechazar el sistema político venezolano no fue mero capricho o necedad de las autoridades maracaiberas. Con este rechazo buscaban, por un lado, capitalizar a su favor la situación de inestabilidad y ruptura institucional existente en el territorio de la Capitanía General de Venezuela, que generó una coyuntura favorable para que Maracaibo intentase conquistar su absoluta autonomía política y militar de cualquier otro territorio americano. Esta empresa autonomista, llevada a la Cortes Generales de Cádiz por el diputado maracaibero José Domingo Rus, fracasó en última instancia.


Por otro lado, la negativa a incorporarse al proyecto independentista reflejaba, más que férrea lealtad a un rey distante, familiaridad y suficiente conformidad con el único statu quo que habían conocido en todas sus vidas los maracaiberos del momento y sus ancestros por muchas generaciones, además de aparente satisfacción y beneplácito con las reformas liberales que se habían dado en España en los años anteriores.


En ese sentido, la Constitución de la Monarquía Española sancionada en 1812 y, tras un ínterin absolutista, restituida en 1820, elevaba a las provincias ultramarinas como Maracaibo, y a sus habitantes, a la misma categoría de los españoles y provincias peninsulares, haciéndolos titulares de los mismos derechos.


Otro factor decisivo fue la lógica prudencia y precaución de los grupos de poder de la provincia (autoridades políticas y militares, clero, aristocracia local, comerciantes y terratenientes), que demostraron un sentido de preservación de las prerrogativas, fueros y espacios de dominio con que contaban. Sumarse a una causa que no terminaba de conquistar sus pretensiones políticas y que no les garantizaba el respeto futuro de sus posiciones de poder los pondría en una peligrosa situación de precariedad e incertidumbre que con toda lógica prefirieron evitar.


Urdaneta el estratega.


Esto último, precisamente, fue una de las situaciones que los republicanos supieron eventualmente entender y abordar con inteligencia, ya que al generar la confianza y convicción en las autoridades y demás factores de poder de Maracaibo, de que sus posiciones estaban a salvo y tendrían cabida en las altas esferas de la república, lograron que cedieran y finalmente declararan su independencia para agregarse a Colombia.


Esta confianza se logró a través de una estrategia diplomática de negociaciones clandestinas encabezada por el general Rafael Urdaneta, jefe de la Guardia de Honor del Libertador, y gestionada por personajes de confianza de las autoridades maracaiberas llamadas a insurreccionarse. Se trató pues, de ganar lealtad política a través de lealtades sociales, familiares y económicas preexistentes.


Sin embargo, que la mayoría de los grupos de influencia de Maracaibo decidieran mantenerse adeptos a la monarquía española hasta el último tramo del proceso independentista no necesariamente refleja la opinión o postura mayoritaria de la población. Sería un despropósito negar que existieron varios e influyentes personajes de la sociedad maracaibera que fueron republicanos desde los inicios mismos del movimiento, bien oriundos de la provincia y que hacían vida en otras -muchos de los cuales sirvieron en las filas de los ejércitos republicanos- o bien residentes de la propia jurisdicción de Maracaibo que ejercían la rebeldía y manifestaban sus convicciones a través de esfuerzos de propaganda política y reuniones y conjuras clandestinas, todas sin feliz término.


Precisamente de entre estas figuras ya alineadas con el independentismo republicano surgieron los distintos agentes usados por Urdaneta para negociar con su red social realista afincada en Maracaibo las condiciones para la proclamación de su independencia: Domingo Briceño y Briceño, Pedro Jugo, Juan Evangelista González y Juan Evangelista Delgado (hermano del gobernador de Maracaibo, Francisco Delgado).


No obstante la existencia de estos maracaiberos republicanos, es objetivamente imposible determinar por cuál bando la población común de la Provincia de Maracaibo decantaba sus simpatías, ya que solo se conserva la documentación oficial, diplomática y militar de ambas partes en conflicto, en la que evidentemente afirma cada una que el pueblo se identificaba con la respectiva posición defendida por el autor de la carta, comunicación, oficio, manifiesto, bando, pasquín o artículo de que se trate. Es escasa o nula la documentación que pueda probar los verdaderos sentimientos mayoritarios de la población.


Por otro lado, no puede negarse que a pesar de la estrategia conspirativa de Urdaneta y sus agentes, no fue solo en el tablero de las negociaciones diplomáticas que el destino de Maracaibo fue decidido. También fue determinante la presión militar, que aunque no directa y abiertamente hostil, Urdaneta supo utilizar como elemento de persuasión o hasta coerción hacia las autoridades maracaiberas, al tener ocupadas las tropas bajo su mando (según la delimitación territorial establecida en las cláusulas del armisticio hispano-colombiano vigente en ese momento), la región andina venezolana y el sur del lago de Maracaibo.


Vale decir que las armas de Colombia estaban apuntadas en dirección a Maracaibo y los Puertos de Altagracia, principales poblaciones de la boca del lago y de la provincia. Esta situación de vulnerabilidad militar en que se hallaba la Provincia de Maracaibo, potenciada por lo diezmado del Ejército Expedicionario de Costa Firme, la partida a España de su primer y gran jefe el general Pablo Morillo, la ausencia de refuerzos de la península consecuencia de la alzamiento liberal de Rafael del Riego, entre otros factores que tensaban la situación en Maracaibo y hacían inminente la victoria de Colombia en la guerra, hizo ver a las autoridades maracaiberas que las circunstancias exigían su apoyo al probable bando ganador.


La soberanía del pueblo de Maracaibo.


Más allá de todas estas consideraciones de índole diplomático, estratégico y militar, no puede negarse tampoco que los maracaiberos mantuvieron, a pesar de haberse unido a Colombia, sus convicciones autonomistas coloniales, transformadas en un ideario soberanista, de auto-determinación y simpatizante de la democracia, por la clara influencia de las ideas liberales que impregnaron la ciudad y provincia tras la instauración de la liberal Constitución de la Monarquía Española, y por el trabajo propagandístico de personajes de la elite maracaibera adictos al sistema republicano.


Y es que la declaración de independencia propiamente dicha, invocando y fundamentándose en la soberanía del pueblo, la democracia y los pactos sociales entre naciones, declara a Maracaibo como república democrática, una sociedad independiente que solo se unía a Colombia en virtud de esos mismos pactos sociales que consideraban de derecho natural. Esta posición del cabildo de Maracaibo, adoptada en la referida declaración es, de hecho, convalidada por el Capitán General español Miguel de La Torre y por Simón Bolívar.


El primero de ellos consideraba que para evitar la ruptura del tratado de armisticio celebrado por España y Colombia en noviembre de 1820, debían las tropas de Colombia ausentarse del territorio de la jurisdicción de Maracaibo, y dejar que la provincia se gobernara a sí misma hasta que aquel tratado feneciera o se llegase a un acuerdo definitivo de paz.


Bolívar, por su parte, en un análisis jurídico más detallado, consideraba a Maracaibo como no perteneciente a España desde el mismo 28 de enero de 1821. Para el general venezolano, la ocupación de las tropas colombianas se debió a la invitación que, en virtud del derecho de gentes que regía las relaciones entre Estados, les hizo la propia Maracaibo, en su condición de país independiente que podía establecer libremente relaciones de cualquier tipo con Colombia, decidiendo a la postre ingresar a aquella república como uno de sus elementos integrantes. En pocas palabras, Bolívar le dio un enfoque internacional a esas primigenias y breves relaciones de Colombia y Maracaibo como países distintos, dando legitimidad al ideario soberanista de Maracaibo.


A manera de colofón.


Sin tener a nuestro alcance documentación primaria y de carácter privado que pueda reflejar las verdaderas intenciones, sentimientos y deseos que guardaban en su interior los maracaiberos de la época, y con las limitaciones impuestas por la oficialidad de las fuentes primarias, resulta imposible conocer si los Delgado, Briceño, Jugo y compañía, y más aun, si los maracaiberos más notorios por posición social o vínculos comerciales, y el propio pueblo llano, el que no intervenía en las querellas y conflictos de quienes decidían los destinos de la ciudad y provincia, estaban o no auténticamente convencidos de romper lazos con España, y si su unión a Colombia era honesta y convencida o más bien deseaban otra forma de organización política.


Lo único que puede considerarse un hecho incontrovertible, además de la declaración misma, es que esta se fraguó y logró a través de una serie de maquinaciones políticas, estrategias diplomáticas y negociaciones clandestinas sostenidas entre las autoridades realistas de Maracaibo acompañada de la élite de la ciudad, y el gobierno colombiano representado por el también maracaibero Rafael Urdaneta. Es decir, se trató de un acuerdo eminentemente entre maracaiberos que sostenían públicamente posturas ubicadas en las antípodas, pero donde existió la vital mediación de personajes de convicción republicana pero con fuertes vínculos familiares, sociales y comerciales con el poder establecido en Maracaibo, que hasta entonces era realista.


En definitiva, así no fuera una independencia declarada por convicción, era lo conveniente en el momento y terminó decidiendo el destino de Maracaibo y su jurisdicción, el actual Estado Zulia, por más de doscientos años.

La independencia de Maracaibo: una historia mal contada.

José Alberto Vargas La Roche. Abogado, escritor, miembro de número del Centro Zuliano de Investigaciones Genealógicas. Mapa de la laguna y s...