Perspectivas post-electorales.


Demasiados pensamientos e ideas han pasado por mi mente desde el pasado domingo 7 de octubre de 2012. Como todos sabrán, en ese día Hugo Chávez Frías fue reelecto por tercera vez para ocupar la Presidencia de la República por el período constitucional 2013-2019, lo que representa su cuarto mandato, el tercero que podrá ejercer completamente desde que fue electo por primera vez en 1998 (recordemos que su primer período duró solamente un año, ya que la entrada en vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela obligó a realizar nuevos comicios generales en el 2000).

Seamos serios y hablemos con claridad, más allá de la admirable alta afluencia de participación electoral y del loable y entusiasta trabajo que muchos realizamos para tratar de agilizar y asegurar el proceso, y para instar a la gente a votar (mi felicitación especial a quienes se desempeñaron como miembros de mesa y testigos de los grupos políticos), el 7 de octubre fue una fecha nefasta y así deberá ser recordado, como otro trágico episodio de nuestra historia patria; cuál fue el momento preciso que determinó la fatalidad de ese día: las diez de la noche, sobra decir el porqué. El resultado del domingo no representó ninguna victoria o fiesta de la democracia, no nos engañemos, por la sencilla razón de que Venezuela no vive en democracia; Venezuela padece una autocracia, así de simple. Precisamente, lo negativo del gobierno chavista no recae únicamente en el desacuerdo que gran parte de la población tiene con su proyecto ideológico y con el sistema económico que paulatinamente ha implantado; el problema del régimen trasciende a que éste se encargó de quebrar el Estado de Derecho y de erradicar los principios democráticos que conforman la forma de gobierno constitucionalmente consagrada.

Al afirmar que en Venezuela no hay democracia no estoy pretendiendo sugerir que los resultados electorales hayan sido trampeados, no estoy cantando fraude ni nada por el estilo, no crean idioteces; por el contrario, reconozco que una mayoría decidió mantener a Chávez en el poder, lo legitimó nuevamente, por muy equivocada que haya sido esa decisión. Chávez logra ganar elección tras elección sin que el CNE tenga que alterar siempre los resultados, gracias al voto de un pueblo tristemente ignorante y carente de una real conciencia política, comprado por el sistema clientelar de las misiones, y que además se encuentra enceguecido por un amor y una identificación irracional hacia la figura del “Comandante”. Ahora, tampoco estoy negando totalmente la existencia de vicios electorales, ya que el ventajismo que tuvo el candidato de gobierno en su campaña política, valiéndose de los recursos del erario público para financiarla y del aparato comunicacional estatal para impulsarla, y en general irrespetando descaradamente la normativa electoral sin sufrir ningún tipo de sanción por parte del CNE, representa a fin de cuentas una grave irregularidad en las pasadas elecciones presidenciales. ¿Qué más se puede esperar cuando el Poder Electoral también es dependiente del Ejecutivo?

En Venezuela no tiene vigencia el sistema democrático, a pesar de que se celebren elecciones periódicas y que éstas sean abrumadoramente ganadas por Chávez, porque la existencia de la democracia no depende exclusivamente de la forma de elegir a los gobernantes, esto es sólo un aspecto de ella. Una democracia sólo puede existir en un Estado de Derecho, y tiene como principios fundamentales, además del de soberanía popular expresada mediante el sufragio: el imperio de la ley –la cual es también manifestación de la soberanía del pueblo, aunque indirecta-; el respeto y defensa de los derechos humanos; la separación del Poder Público en ramas autónomas entre sí, para evitar la concentración de éste en una sola autoridad que usurpe la institucionalidad democrática; la alternancia en el poder; el respeto a las minorías que no respalden el gobierno impuesto por las mayorías; entre otros. Viendo esto, puede decirse que las elecciones en Venezuela son el último vestigio democrático que queda en el país, ya que Chávez no se ha visto en la necesidad -por ahora- de dejar de implementarlas y convertirse en un dictador tradicional, sencillamente porque las gana siempre, y ellas le permiten mantener una apariencia seudodemocrática ante la comunidad internacional. De resto, es perceptible que vivimos en dictadura.

El resultado del domingo equivale a una condena. Un alto porcentaje de la población, que votó por Chávez, se condenó no sólo a sí mismo, sino también a quienes escogimos la alternativa de cambio, a 6 años más de tiranía, que pueden asegurar se verá intensificada. Llegaremos, como mínimo, a los 20 años de Gobierno Bolivariano, si el cuerpo y las circunstancias se lo permiten a Chávez; digo como mínimo porque en 2019 puede ser perfectamente ratificado en el poder otra vez, considerando que la Constitución fue enmendada para permitir la reelección indefinida de los funcionarios con cargos de elección popular, en un claro golpe a la democracia. ¿Dónde queda pues, la alternancia? Serán entonces, 20 años de gobierno no sólo autocrático, sino también totalitario, porque nos quieren imponer una forma de pensar. Serán 20 años de Chávez, de este hombre irrespetuoso, intolerante, narcisista, mitómano, militarista, corrupto, inescrupuloso, buscapleitos, promotor de la delincuencia e incitador del odio; dos décadas en las que el pueblo ha tomado y seguirá tomando a este señor como ejemplo a seguir, pareciéndose cada vez más y más a él. Definitivamente discrepo de Gardel, que decía que “20 años no es nada”, ¡20 años son demasiado tiempo!

Por otro lado, la actitud asumida por la dirigencia opositora, representada en la Mesa de la Unidad Democrática, me parece excesivamente pasiva. Que ésta haya manifestado que las elecciones presidenciales demostraron el correcto funcionamiento de la democracia en Venezuela; que apenas protestara tímidamente por el ventajismo electoral del oficialismo y ni siquiera haya denunciado los otros factores que hacen de nuestro país uno carente de libertad plena; que invite al gobierno nacional a unificar a los venezolanos, cuando éste ya ha demostrado ser un elemento divisor de la sociedad; que pretenda entablar diálogos con el chavismo, cuando se sabe que eso es imposible, ya que en sus filas sólo hay insultos, odio y subestimación para con la alternativa democrática; claramente refleja una postura de sumisión ante Chávez, un completo derrotismo, así se diga que “nadie debe sentirse derrotado” y que “debemos seguir adelante”.

En efecto se trató de una dura derrota para Venezuela toda, pero la oposición no debe ahora mostrarse débil y minusválida, como lamentablemente lo está haciendo, ya que su discurso, a pesar de que esté lleno de palabras de supuesta fortaleza, realmente se muestra como uno de consuelo; no debemos ver el aumento en número del voto opositor como un premio de consolación, porque al fin y al cabo perdimos, sino que debemos redoblar los esfuerzos para alcanzar la meta de rescatar al país. No conozco qué estrategia seguirán las fuerzas opositoras, pero por ahora, pareciera que hincaron la rodilla.

La conciliación debe ser entre el pueblo, la Unidad Democrática debe necesariamente trabajar por la unión social, debe intentar tender puentes con el sector de la sociedad que se identifica con el gobierno nacional para tratar de reducir en la medida de lo posible la horrible polarización y el ignominioso odio entre clases socioeconómicas que predominan en Venezuela. Ahora bien, esta unión no implica acercarse al gobierno y rendirse ante Chávez, eso debe ser descartado. ¿Para qué agotar energías inútilmente en cordializar con quien no quiere hacerlo? El trabajo unificador es netamente social, comunitario, de calle; ahí debe enfocarse. Estos esfuerzos no deben ser únicamente de los movimientos políticos, tú que me lees, debes ser tolerante con tus conciudadanos, y tratar de abrir los ojos del chavista y convencerlo a dejar la vida facilista y el conformismo, sin caer en descalificaciones e insultos, respetándolo e invitándole a que te respete, por muy difícil que parezca. Se trata de ir poco a poco sanando el odio social, es una tarea titánica y que requiere de nuestro estoicismo, pero que vale la pena.

Así pues, habiendo expresado que los esfuerzos de unificación nacional son restrictivamente sociales, creo necesario que la Mesa de la Unidad Democrática adopte una actitud mucho más crítica para con el gobierno nacional. Debe desecharse el victimismo y el letargo que se han arraigado en el seno de la oposición venezolana; ésta debe sobre todas las cosas erigirse en principal e implacable denunciante de los abusos cometidos por el régimen, hablando de frente, sin contemplaciones.

El objetivo debe ser sacar a Hugo Chávez de Miraflores, y para alcanzar esa meta se necesita mucha dedicación y seriedad. Las cosas van a ser peores en Venezuela en el próximo período de gobierno chavista, así sea de seis años completos o de menor duración, si el contexto político lo impone de esa manea al final. El proceso de degeneración nacional aumentará drásticamente, la inseguridad crecerá, los controles en todos los aspectos de la vida incrementarán, la dictadura se volverá más férrea, Venezuela seguirá cayendo por el pozo del desastre, no hemos tocado el fondo aún. A pesar de todo lo malo, los venezolanos que queremos un cambio radical en el país, que queremos un Estado de Derecho sólido, que anhelamos progreso, prosperidad y paz, no debemos desfallecer. El primer paso necesario para aguantar la embestida de la dictadura, es multiplicar el número de Estados controlados por la oposición, y mantener los bastiones que actualmente tenemos. Se hace indispensable votar en los comicios regionales de diciembre, no dejemos que nos embriague el desánimo y que el dictador nos gane esta batalla. Debemos seguir trabajando por este país, que todavía tiene salvación, hay que sobrevivir.

Por último, me gustaría expresar mi respeto y gratitud a Henrique Capriles Radonski, quien como Atlas logró soportar el peso de tan intensa campaña política en un tiempo tan reducido. A pesar de que su actitud en ocasiones pareciera rayar en la ingenuidad, en definitiva, su tranquilidad, aplomo y honestidad, demostraron que él es el líder que la oposición necesitaba. Si bien no comparto su decisión de aspirar a la reelección como gobernador del Estado Miranda, ya que necesitamos un líder a tiempo completo que se despliegue a nivel nacional y que mantenga el perfil presidenciable, cosa que no podría cumplir cabalmente de ser reelecto, y ya que además ante una eventual derrota electoral, quemaría su carrera política; sí que mantengo mi convicción de que en algún momento, más temprano que tarde, ocupará la Presidencia de la República.

Mientras haya venezolanos dispuestos a trabajar y que crean en su país, Venezuela tendrá futuro.

¡Hay un camino!

José Alberto Vargas La Roche.


Votá.


Nuestra Constitución Nacional en su artículo 63 reconoce al sufragio en los siguientes términos: El sufragio es un derecho. Se ejercerá mediante votaciones libres, universales, directas y secretas (…)”. Es un derecho humano, uno de carácter político, que ha venido optimizándose a medida que las diversas Cartas Magnas que han regido a nuestro país lo reforman; pero más allá de eso, el sufragio está revestido de especial importancia y significación. Mediante éste, cada ciudadano de la República se hace partícipe de la dirección del Estado o de los “asuntos públicos” en palabras de la Constitución. A pesar de no ser una forma directa e inmediata de participación en la gestión del país, ya que al fin y al cabo son los representantes que el pueblo elige, y no el pueblo mismo, quienes llevan las riendas del gobierno; sí que implica una demostración ciudadana, un mensaje de la ciudadanía para hacer recordar que a pesar de todo, es ésta la que detenta el poder último: la soberanía, y que por tanto tiene la potestad de colocar al mando del país a quienes su voluntad indique; aunque muchas veces esa escogencia termine siendo un grave error.

Sin embargo, el sufragio -y por ende votar- no son obligatorios. Es, como dije, un derecho, una facultad del ciudadano reconocida por las normas constitucionales y legales, pero no un deber. Anteriormente, bajo la vigencia de la Constitución de 1961, ejercer el voto sí que era imperativo; ésta, en su artículo 110 claramente indicaba que “(…) Su ejercicio será obligatorio, dentro de los límites y condiciones que establezca la ley”. Por el contrario, la actual Constitución reconoce la esencia liberal del sufragio como derecho individual, como prerrogativa que es, haciendo que prime la libre voluntad de cada elector para ejercer o no el voto, por lo que suprime de sus disposiciones el carácter obligatorio que tenía (nótese que en el artículo 63 constitucional no se consagra como deber). Esto lo reafirma la vigente Ley Orgánica de Procesos Electorales, al contemplar en su artículo 126 que “Ninguna persona puede ser obligada o coaccionada bajo ningún pretexto en el ejercicio de su derecho al sufragio”. En este sentido, la abstención electoral se convierte en una forma pasiva de manifestarse en el sistema democrático, permitida por nuestro ordenamiento jurídico, y perfectamente aceptable cuando es usada como forma de censura a las opciones electorales mediocres que en ocasiones se presentan.

Si la abstención no es un delito ni un pecado, ¿por qué el título de este post es un llamado a votar? Porque esta elección presidencial que en escasos días se celebrará no es algo intrascendente, no se trata de escoger un cargo público de menor peso, no se trata de una situación en la que la alternancia en el poder esté a salvo. En estos comicios que se avecinan no es válido decir “ningún candidato me parece bueno”, o “no confío en los políticos venezolanos y en sus partidos”, ni mucho menos la infame e imbécil aseveración “a mí no me gusta la política”. Te guste o no la política, ella forma parte de tu vida, de todo lo que haces, de todos los aspectos del acontecer nacional; así no te agraden estos candidatos presidenciales o no confíes en los partidos, vota, porque no lo haces como un favor a ellos, sino en beneficio de tu país y en procura de un mejor futuro para ti y para todos los venezolanos.

A pesar de las imperfecciones de un sistema de sufragio universal, en el que las masas pueden llegar a condenarse a sí mismas colocando en el poder a candidatos ineptos, hechizadas por sus discursos populistas y demagogos –como hicieron en los años 1998, 2000 y 2006-, y a pesar de que la abstención bajo ciertas circunstancias sea una opción válida; votar con consciencia y reflexivamente es la decisión, la herramienta, el arma más importante que tiene la colectividad nacional para impulsar al país hacia el desarrollo y el progreso.

Ahora bien, tengo la necesidad moral de invitarte no sólo a votar, sino también a que votes por Henrique Capriles Radonski, quien representa la única opción sensata y preparada para ocupar el cargo más importante del Ejecutivo Nacional: la Presidencia de la República, tan degradada en estos últimos 14 años. No compres las mentiras que venden algunos sectores de la vida política, no caigas en las trampas de la guerra sucia y el oficialismo inescrupuloso; Capriles no viene a implantar un régimen neoliberal y despiadado, ni a traer de vuelta el bipartidismo obsoleto, ni a arremeter contras las clases bajas.

Por el contrario, de la victoria del candidato opositor dependen tus aspiraciones, metas, y todo lo que quieras alcanzar en Venezuela, seas de “izquierda”, de “derecha” o de cualquier otra tendencia política y económica. No porque Capriles sea perfecto, porque no lo es; ni porque vaya a resolver todos los problemas de Venezuela y convertirla en una potencia, porque no lo hará, ya que esa tarea es imposible para un solo período presidencial tras tanto tiempo de destrucción; sino porque es la única posibilidad democrática y pacífica que tenemos de salir de este gobierno decadente, corrupto, autoritario y violento; de sanar las heridas de la horrible polarización y odio entre clases sociales que Chávez ha alimentado; de detener el avance de este cáncer que el chavismo ha representado para el país, y recuperar de una vez por todas a nuestra Nación del pozo en el que está. Si dejamos que gane el candidato a la reelección, pueden dar por sentado el desate de una dictadura férrea y el fin del Estado de Derecho, la democracia, y cualquier posibilidad de mejoría.

Sinceramente espero que estas palabras ayuden a fortalecer en sus convicciones a los que quieren progreso, a recapacitar (¿por qué no?) a los cegados por el odio y el resentimiento, y sobre todo, a convencer a quienes dudaban votar o no estaban seguros de por quién hacerlo. Ante todo, quiero paz para Venezuela.

Votá por tu familia, por tus amigos, por ti mismo, ¡Votá por Capriles Radonski!

José Alberto Vargas La Roche.




Amuay.


Tenía dos meses sin agregar ninguna entrada nueva a este blog. A pesar de los múltiples acontecimientos que han ocurrido en ese período de tiempo y las muchas noticias de magnitud, nada me motivaba a escribir. Sin embargo, el día de ayer la tragedia y la muerte tocaron al país con gran severidad, por lo que considero oportuno y necesario expresar mi opinión al respecto.  La refinería de Amuay, ubicada en la península de Paraguaná del Estado Falcón, sufrió en sus instalaciones una gran explosión producto de un escape de gas, con un subsecuente incendio que aún no ha podido ser extinguido totalmente.

No me extenderé demasiado, ya que mis conocimientos técnicos en el área petrolera son escasos, por no decir nulos, impidiéndome realizar un análisis detallado de la situación sin pecar de ignorante. Me referiré básicamente a las reacciones del oficialismo, porque son sencillamente vergonzosas. En primer lugar, quedó claro que la causa de la explosión fue una fuga de gas, mas no se ha determinado la razón de esa fuga ni el por qué no se percataron de ella quienes laboran y quienes dirigen ese complejo refinador. Lo que sí tengo claro es que el referido escape de gas no se debe a sabotaje alguno por parte de la oposición venezolana, ni mucho menos a sabotaje extranjero. Me es mucho más lógica la teoría -aunque no me conste- según la cual todo se debió a falta de mantenimiento de las instalaciones.

Esa afirmación no es para nada sorprendente -aunque sí indignante- conociendo la penosa situación en que se encuentra la industria petrolera venezolana desde que el gobierno cambió su estructura tras el paro de 2002-2003. Permitir que la industria que representa la mayor fuente de ingresos de Venezuela (lamentablemente), dependa de gente inexperta y de politiqueros, trajo como consecuencia natural que ésta se fuera a la deriva. Así pues, que ya se oiga en el seno del chavismo que la tragedia de Amuay se deba a sabotajes, es una muestra más de que el gobierno central, ante cualquier problema atribuible a su gestión, no asume la responsabilidad que le corresponde, sino que le atribuye la culpa a la oposición, como siempre. “No fuimos nosotros, fueron los escuálidos”. La omnipresente excusa.

Se le sugirió a Chávez que todo fue producto de falta de mantenimiento, se le informó que desde días atrás se sentía un fuerte olor a gas y que incluso una contratista había retirado su personal de la refinería para prevenir cualquier problema.  En lugar de disponerse a verificar la veracidad o falsedad de la información y tomar las medidas necesarias, sencillamente negó cualquier responsabilidad de su régimen, tildó de irresponsable a quien osara decir tales cosas, y tras seguir arremetiendo contra los medios de comunicación, procedió a montar su propio circo mediático, rezando y comulgando como un inocente borrego en una misa, y otorgando inútiles ascensos militares póstumos a las víctimas. ¿Acaso unos ascensos simbólicos van a solucionar una crisis de esta magnitud y a paliar el dolor de las familias de los fallecidos? Los muertos ya están muertos, los ascensos no sirven, soluciones para sus familias es la mejor manera de homenajearlos.

Como culmen del cinismo, el descaro y la hipocresía, se encuentra la asquerosa solemnidad con que el impresentable ministro de defensa dijo que “quede en nosotros el grato recuerdo y el ejemplo de los compatriotas y compañeros de armas que entregaron la vida por resguardar los intereses de la nación”. Ellos no entregaron su vida voluntariamente ni por interés alguno, sencillamente estarían algunos durmiendo y algunos haciendo su guardia, cuando los tomó por sorpresa la muerte. No “sacrificaron” su vida por ninguna causa, la perdieron por la negligencia del Estado, eso es todo.

Mis condolencias a los familiares de los fallecidos por su terrible pérdida. Mis condolencias a todos los venezolanos por la situación en que vivimos.

José Alberto Vargas La Roche.

Paraguay, ejemplo democrático.


Ante la reciente separación de Fernando Lugo del cargo de Presidente de la República efectuada por la Cámara de Senadores del Congreso paraguayo, y las reacciones que los distintos gobiernos latinoamericanos han tenido, no puedo evitar preguntarme ¿acaso los políticos de nuestro subcontinente son ignorantes, hipócritas, o ambas cosas? Se llaman defensores de la democracia y se muestran cónsonos  en las críticas a la decisión del legislativo guaraní de destituir a Lugo, por tratarse a su entender de un acto ilegítimo, al punto de afirmar que ha sucedido un golpe de Estado -tal como manifestaron la Presidenta de Argentina y sus homólogos venezolano, ecuatoriano, dominicano, boliviano e incluso costarricense (país que ocupa el número 20 en el índice democrático) -; pero contrariamente a lo que piensan nuestros imbéciles líderes latinos (no hay mejor palabra para describirlos), este hecho histórico demuestra precisamente la buena salud del Estado de Derecho en Paraguay y la efectividad con que funciona su sistema democrático, además de tratarse de una decisión totalmente constitucional, ya que la Constitución paraguaya contempla en su artículo 225, la posibilidad de llevar un  juicio político contra el Presidente de la República y de destituirlo por esa vía.

Peor aún resulta que tanto Chávez como Capriles en lo único que concuerden es en atacar la remoción del cargo de Lugo y en dudar de la legitimidad de tal acción -afirmando que esto sólo pudo haber ocurrido sí el pueblo así lo decidiese-, en lugar de ocuparse de los problemas de Venezuela. Por favor, céntrense en la terrible situación de nuestra propia Nación, que cada día se acerca más al abismo, y dejen de inmiscuirse en los asuntos internos de otros países. Por otra parte, y para ilustrar sus erradas mentes, me permito recordarle a ambos políticos venezolanos y a cuanta persona necesite aclaratoria, que la revocatoria popular del mandato no es la única forma legítima de sacar del poder a un gobernante; tanto así, que en Paraguay el referendo revocatorio de cargos de elección popular a nivel nacional, está expresamente prohibido por su Constitución (Artículo 122, numeral 6 de la referida norma). Señores, no piensen que en otras latitudes las normas son iguales; que en Venezuela exista esta figura no implica que todos los países la permitan. Si en Paraguay la única forma de destituir al Presidente de la República es mediante el juicio político, pues que así sea.

Déjenme recordarles que en nuestro país también puede removerse de su cargo al Presidente de la República por otro mecanismo legal distinto al referendo: por medio de sentencia judicial. El ordenamiento jurídico venezolano da a la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia la competencia de realizar antejuicio de mérito contra el primer mandatario nacional, para posteriormente poder enjuiciarlo por la comisión de algún delito imputado bien por el Fiscal General de la República o la víctima; en otras palabras, para poder juzgar penalmente al Presidente de la República, el máximo órgano judicial debe haber declarado mediante sentencia la existencia del mérito para ello, y recibir autorización de la Asamblea Nacional, caso en el cual dicho fallo debe decretar su separación del cargo. (Revisar artículos 233 y 266, numeral 2, de la Constitución venezolana; y artículos 24 numeral 1, y del 110 al 118 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia). Incluso existe un precedente al respecto, ¿será que no recuerdan que el Presidente Carlos Andrés Pérez fue destituido en 1993 por la extinta Corte Suprema?

Para concluir, felicito al Congreso paraguayo por su clara demostración de estabilidad institucional, exhorto a medios de comunicación, políticos y público en general a abstenerse de emitir pronunciamientos sin base, e insto a los dos contrincantes para las elecciones presidenciales de este año en nuestro país a “echarle una leída” a la Constitución Nacional.


José Alberto Vargas La Roche.

Se necesitan respeto y tolerancia.


La tarde de ayer, en que se conmemoraba la solemnidad católica de la Santísima Trinidad, asistí en compañía de mi familia a una misa en un determinado templo de la ciudad de Maracaibo. Este hecho no tendría grandes implicaciones, y se hubiera desarrollado como una tranquila celebración religiosa, de no ser por el sacerdote que ofició la misa, quien se encargó de convertirla en un espectáculo vergonzoso alejado de la moral y enseñanzas del catolicismo real. Se trata de un joven cura invitado a la parroquia, habitual celebrante durante al año pasado, y que goza de la simpatía de los feligreses; simpatía esta que ganó por sus habilidades como orador de persuasión.

El problema en cuestión lo constituye una serie de comentarios ofensivos proferidos por este hombre durante la homilía, caracterizado precisamente por ser bastante intolerante y realizar apologías al odio durante sus sermones. Las referidas ofensas estuvieron dirigidas a otros credos religiosos y a sus practicantes; así pues, inició su discurso despotricando contra cristianos evangélicos, mormones y testigos de Jehová, por la sencilla razón de que sus creencias no contemplan la veneración de la Virgen María, lo que los convierte a su entender en enemigos del catolicismo y dignos de ser repudiados. Al respecto tengo claro que así como existen en el catolicismo, igualmente hay muchos cristianos protestantes (se incluye en esta categoría a las tres ramas de la fe cristiana mencionadas por el sacerdote) que pueden llegar a ser extremistas en sus ideas, pero no los son todos, y mientras haya respeto de su parte, éste debe responderse con reciprocidad.

Seguidamente, el clérigo procedió a explicar el significado de las bodas de Canaán narradas en la Biblia, diciendo que Jesucristo aún no debía mostrarse como el hijo de Dios ante los “malvados judíos”. Sí, esas dos palabras salieron de la boca de un sacerdote: “malvados judíos”. Apenas terminó esa frase, sentí que me quemaba de la indignación, y acto seguido me levanté del asiento y en pleno sermón me fui del templo, seguido por mi familia. Las razones que me motivaron a abandonar el lugar en señal de protesta -más allá de la admiración y respeto que tengo hacia el pueblo judío al ser descendiente de familia hebrea- fueron el grosero irrespeto que una autoridad de mi propio credo tuvo para con una religión hermana, y la infinita ignorancia de este sujeto.

No se puede justificar lo injustificable, un sacerdote no tiene razones ni excusas para arremeter contra otras religiones, por mucho que diverjan en las formas de interpretar la divinidad, ya que no sólo estaría faltando el respeto a instituciones sólidas a las que millones de personas se encuentran asociadas, sino que además estaría pasando por alto la prohibición constitucionalmente consagrada (Artículo 57 de la Carta Magna) de promover la intolerancia religiosa, y escupiéndole a la libertad de religión y de culto contemplada en nuestra Constitución (Artículo 59) y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Artículo 18), uno de los derechos civiles por excelencia; además, estaría olvidando que a pesar de todo, la totalidad de las creencias religiosas persiguen fines comunes: la paz, la armonía, y la solidaridad. 

Por otro lado, al emitir esas declaraciones, el presbítero dio muestras de una enorme ignorancia histórica, sencillamente porque pareció olvidar que tanto Jesús de Nazaret, como su madre María y todas las personas de su entorno, fueron judíos practicantes desde su nacimiento hasta su muerte; siendo Jesús, incluso, experto en la ley judaica, y  siendo el cristianismo en sus orígenes un intento de reforma al judaísmo y no una religión autónoma. Si según este sacerdote los judíos son malvados, ¿acaso Jesucristo, María, y los discípulos también lo eran? Eso es lo que su ignorante criterio da a entender.

El esfuerzo realizado por el Beato Juan Pablo II durante toda su vida para lograr el acercamiento de las religiones, el entendimiento entre ellas, y conseguir un anhelado pluralismo religioso, habrá sido en vano y se desmoronará por completo mientras existan sacerdotes que propugnen el fanatismo irracional y el odio a lo distinto. No tendrá concreción el ecumenismo de las ramas del cristianismo, ni esperanza alguna la unión fraternal inter-religiosa si no denunciamos este tipo de comportamientos reprobables por parte de ciertos clérigos. Los invito a reflexionar seriamente al respecto.

José Alberto Vargas La Roche.

Carta abierta a Hugo Chávez.



Maracaibo, 25 de Mayo de 2012.


Señor,

Hugo Rafael Chávez Frías,

Presidente de la República Bolivariana de Venezuela,

Su  despacho.-


Antes de proceder a desarrollar mis ideas en esta misiva, deseo aprovechar la oportunidad para extenderle un cordial saludo. Requiere usted saber quién le escribe, por ello, me presento como un ciudadano común, estudiante universitario, preocupado por la situación de mi patria venezolana, que también es la suya. No represento los intereses de organización alguna, me dirijo ante usted por iniciativa propia, pero entienda que esta carta fue escrita por un venezolano que reúne en sus palabras el sentir de la mayoría de quienes habitamos este país.


Así pues, señor Presidente, trataré de manifestarle en estas líneas las mayores preocupaciones que tenemos los venezolanos por la crisis que atraviesa nuestra Nación, y las más contundentes críticas al gobierno que usted preside. Hago uso de esta vía epistolar casi obsoleta, por cuanto estoy consciente de la imposibilidad que tendría de comunicarme directamente con usted.


En primer lugar, deseo recordarle que Venezuela es un país con muchas posibilidades de progreso y desarrollo, y esto no se ve reflejado en el momento histórico que nos encontramos viviendo. Aspiro -al igual que todos nuestros compatriotas- poder vivir en paz, prosperidad, igualdad y armonía; pero por lo visto, esto por ahora es sólo una utopía. El país está viviendo una crisis, una profunda y terrible crisis,  y sin embargo perece que usted no se diera cuenta de ella, o simplemente quisiera ignorarla. Yo no quiero que usted retrate a Venezuela como un edén que no es, no quiero que festeje fechas sin significado, ni que se empalague de halagos interesados y oportunistas; mi deber moral está en hacerle un llamado de atención, por lo que le pregunto: ¿Cómo es posible que la ignorancia reine aún en las mentes de tantos venezolanos?; ¿cómo explica que la economía esté cayendo en picada y que el país esté sumido en deudas?; ¿por qué el Estado se hace cada día más enorme y burocrático, pero a la vez más ineficiente y corrupto?; ¿acaso no le indigna saber que Venezuela se encuentra dentro de los países más inseguros del mundo?.


Mi conciencia me obliga a repudiarlo como gobernante señor Chávez, a repudiar su gobierno, su auto denominada revolución, la ideología que trata de imponer a todos los venezolanos y que sólo pocos comparten con usted, y su verborrea vacía y llena de odio. Si en esta carta tratase de mencionar todas las acciones realizadas por su gobierno que representen grandes agravios a la dignidad nacional y vulneraciones a los derechos y libertades de las personas, me extendería mucho más de la cuenta, pudiendo redactar tomos completos, por ello me limitaré a recordarle algunas de las peores.


Las políticas de gobierno concebidas por su persona y su gabinete, su indolencia ante los problemas de interés nacional, y la destrucción de los valores de la población que su gobierno avala e incluso impulsa, se han encargado de devastar al país. Es inexcusable que el modelo de Estado venezolano, si bien democrático y moderno en el papel, se parezca cada vez más en la práctica a uno propio del Medioevo. Me refiero a lo increíble que ha sido la progresiva aniquilación del Estado de Derecho que existía en Venezuela y la subsecuente concentración de todo el poder en sus manos, irrespetando el sagrado principio de separación de poderes, cuestión que se evidencia al observar la forma servil y vergonzosa con que actúan los demás Poderes Públicos; pisoteando de igual manera el principio de legalidad como figura rectora de la actuación del Estado; y dejando los derechos de las personas en un plano de sumisión ante su voluntad autoritaria señor Chávez. Es sencillo de comprender: en Venezuela ya no existen límites de Derecho a su actuación, no hay nada que evite que haga lo que le dé la gana.


También me gustaría recordarle que una de las funciones de mayor relevancia del Ejecutivo Nacional que usted preside es brindarle seguridad personal a cada uno de los pobladores de Venezuela, lo que es también una de las razones de mayor peso por la cual la gente lo votó en las reiteradas elecciones celebradas en la última década y media. Y nuevamente, este es otro aspecto en el que su gobierno no ha hecho nada, sino que por el contrario, se ha ocupado de promover la violencia desde los órganos públicos y desde los medios de comunicación que dependen de la administración pública central. Presidente Chávez, la vida en Venezuela no vale nada.


Una de las cosas más preocupantes a mi entender, es la terrible polarización social que sufre el país y que propugna el régimen que usted comanda. Ya no se trata de la típica división y rivalidad política entre simpatizantes de distintos partidos, normal en todas las sociedades del mundo, y que aún persiste en Venezuela, sino que se ha generado además un fuerte odio entre clases sociales, el tipo de odio que se encarga de quebrar patrias, y que cada día se profundiza más, hasta el punto de parecer parcialmente irreversible. Lo peor del caso, repito, es que esta polarización nacional sea amparada por su administración, y sea impulsada con las constantes apologías al odio que emanan de su persona y de sus aliados.


Sin ánimos de extenderme más, quiero pedirle que no me vea como un irrespetuoso, sólo trato de decir la verdad. No conozco sus verdaderas intenciones al frente del gobierno de la República, pudieran ser éstas buenas e incluso altruistas, pero lo cierto es que la manera en que las ha puesto en práctica lo han llevado a violar la Constitución en infinidad de ocasiones, e incluso a traicionar a la patria, sin tener usted virtudes tangibles que me hagan admirarlo. Por todo esto señor Presidente, lo exhorto a que realmente reflexione sobre sus acciones y asuma la responsabilidad por todos los errores que ha cometido. Haga un acto de valentía, no busque la reelección en octubre, y deje que otras personas se encarguen de reconstruir a Venezuela. Reconozca que su tiempo en el poder llegó a su fin.


Sin más a que hacer referencia y esperando su mayor comprensión,


Saludos,


José Alberto Vargas La Roche.

Desintegración del Estado de Derecho.


Pocos días atrás se difundió ampliamente una realidad perfectamente conocida por quienes de alguna u otra forma estamos en contacto con el ámbito judicial venezolano; me refiero a la dependencia que mantiene el Poder Judicial de nuestro país respecto de otras ramas del Poder Público Nacional, básicamente respecto del Poder Ejecutivo. Para algunos, la reciente entrevista que el destituido magistrado del Tribunal Supremo de Justicia Eladio Aponte Aponte concedió a SoiTv  es “reveladora” en relación a la situación del funcionamiento del Estado venezolano, sin embargo, esto realmente es historia vieja, y estas declaraciones simplemente dieron a conocer ciertos detalles de cómo opera esa intromisión en el Poder Judicial. Lo realmente impactante de la entrevista, y a la vez altamente indignante, es que la podredumbre de nuestro sistema de justicia haya sido reconocida por uno de sus funcionarios de mayor jerarquía hasta hace poco tiempo (quien ocupaba la presidencia de la Sala de Casación Penal, máxima instancia en materia de justicia criminal), y que a la vez fue partícipe de muchos de los actos irregulares producidos en el seno del aparato jurisdiccional.

Encuentro oportuno hacer ciertas consideraciones dirigidas a quienes no comprendan la gravedad de la situación, ni conozcan la estructura del Estado venezolano. Venezuela es en teoría un Estado de Derecho, es decir, una entidad socio-política donde las instituciones que la gobiernan y dirigen están sometidas al Derecho y limitadas por éste, creándose así un margen fuera del cual no pueden actuar, para evitar la comisión de arbitrariedades, la concentración del poder y la violación de los derechos humanos. Así pues, la consagración de Venezuela como Estado de Derecho se halla en la Constitución de la República (Artículo 2 de la Carta Magna), y consecuentemente es a ella que se encuentra sometido el poder. De nuestra máxima norma se infiere que los pilares en que se sustenta nuestro Estado de Derecho son la legalidad o imperio de la ley como principio de actuación estatal; los derechos humanos como facultades inherentes a la persona; y la separación de las funciones del Poder Público en ramas diferenciadas y autónomas entre sí, como principio de estructuración del Estado.

Es precisamente este último pilar, la comúnmente llamada “separación de poderes” (que realmente debe ser considerada como separación y autonomía de las funciones del Poder Público, al ser éste uno solo y no múltiples “Poderes”), que se encuentra consagrada en el artículo 136 de la Constitución y en lo que refiere al Poder Judicial específicamente en el artículo 254 constitucional, lo que brilla por su ausencia en nuestro país y compromete la existencia del Estado de Derecho, y a lo que se refieren en gran parte Aponte Aponte y la periodista que lo entrevistó.

Frases como “el Poder Judicial…tal autonomía no la hay…”, “…un poder independiente, eso es una falacia”, “el Vicepresidente es el que maneja la justicia en Venezuela”; pronunciadas por el antes verdugo y ahora perseguido abogado, permiten apreciar que el Estado de Derecho en Venezuela se ha desintegrado, en gran parte por la ya referida intrusión del Poder Ejecutivo en la actuación del Poder Judicial. El hecho de que el Vicepresidente Ejecutivo, segundo funcionario en jerarquía dentro de la Administración Pública central, “maneje la justicia en Venezuela” y se reúna -como también se dijo en la entrevista- todos los viernes con altos funcionarios judiciales para crear las directrices de la justicia en el país, es una gravísima violación constitucional y una inmoralidad mayúscula. Peor aún, Aponte Aponte indicó que el mismísimo Presidente de la República, Hugo Chávez, lo llamó para ordenarle lo que debía decidir en ciertos casos de su interés.

Quiero recalcar que lo más espantoso de las declaraciones ofrecidas por este sujeto de tan baja calaña no es su conexión con el narcotraficante Walid Makled (bastante terrible por sí misma), sino el descaro con que reconoció que muchos de los juicios penales más emblemáticos de los últimos tiempos por su alto tono político, como lo son los casos Mazuco, Afiuni, Usón o Simonovis; fueron arreglados y “trampeados” para condenar a las personas imputadas y favorecer al gobierno nacional.

Así las cosas, ¿qué depara el futuro a Venezuela? Mientras el funcionamiento del Estado sea éste, en el que el Ejecutivo Nacional es todopoderoso, controla al Poder Judicial, y no tiene vigilancia por parte del Legislativo; nuestro país está condenado a dirigirse por la vía del despotismo y convertirse en una dictadura. Mientras a la pregunta formulada por la entrevistadora de “¿cómo queda la independencia de los poderes en Venezuela?”, la respuesta sea el “yo creo que no hay tal independencia” dicho por Aponte Aponte; Venezuela no tendrá futuro. No quiero parecer en exceso pesimista, pero esta es la realidad. Hoy parece más vigente que nunca lo expresado por Montesquieu, forjador y difusor de la teoría de la separación de poderes, en su obra ‘El espíritu de las leyes’: “En el Estado en que un hombre solo, o una sola corporación de próceres, o de nobles, o del pueblo administrase los tres poderes, y tuviese la facultad de hacer las leyes, de ejecutar las resoluciones públicas y de juzgar los crímenes y contiendas de los particulares, todo se perdería enteramente.

Este escenario en que nos encontramos debe servirnos para dejar el letargo atrás, y tomar conciencia de que debemos hacer respetar la Constitución Nacional, hacer valer nuestros derechos, y desechar el actual gobierno. Es necesario que todos denunciemos a viva voz los sostenidos abusos del régimen, y sobre todo, es necesario que este Octubre ejerzamos nuestro derecho al voto para intentar de una vez por todas darle esperanzas a Venezuela y cambiar el panorama presente.


Por último, les dejo un enlace al video que contiene la entrevista concedida por Eladio Aponte Aponte: http://www.youtube.com/watch?v=uYIbEEGZZ6s

José Alberto Vargas La Roche.

 “Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona o corporación, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el senado hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo. Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y del ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor”.

Charles-Louis de Secondat, Barón de Montesquieu.


La independencia de Maracaibo: una historia mal contada.

José Alberto Vargas La Roche. Abogado, escritor, miembro de número del Centro Zuliano de Investigaciones Genealógicas. Mapa de la laguna y s...