Tras dos meses y medio sin publicar nada -esto debido en
parte a la misma desmoralización que muchos sufrimos después del 7 de octubre
pasado-, he decidido manifestar algunas consideraciones sobre la nueva derrota
opositora en los comicios regionales.
Obviamente la abstención es un factor que pesa en un
resultado electoral, como en efecto lo hizo el 16 de diciembre. Pero así como ésta
tiene una incidencia directa y numérica en los resultados, no se han preguntado
¿cuál es el trasfondo de esa abstención?, ¿qué la motivó? Yo sí me lo he
preguntado, y la respuesta claramente está marcada por la mala gestión de los
gobernadores de oposición, lo cual desmotiva al elector, y por la ausencia de campañas
electorales estructuradas y con mensaje, que incentiven al voto, que busquen
eliminar el desánimo posterior a la derrota en las presidenciales del 7 de
octubre.
Yo sí voté el domingo pasado, y no porque esté conforme
con la administración del gobernador del Estado Zulia -porque pienso que ha
sido cualquier cosa menos eficiente-, sino porque valoré la importancia de estas
elecciones regionales, le di mayor peso y me causó mayor preocupación la
magnitud de las consecuencias políticas que traería la derrota electoral de la oposición
(como en efecto lo serán el aumento de la maquinaria política oficialista, al
contar ahora no sólo con los recursos del erario público nacional, sino también
de los regionales; las facilidades para implantar el infame e inconstitucional
Estado Comunal; la expansión de la discriminación gubernamental al nivel
estadal del Poder Público, etc.) que la calidad de las gestiones estadales.
Tomar la decisión de ejercer mi derecho al voto fue un
ejercicio de consciencia política, más que de conformidad con las labores del
gobierno regional o de respaldo al partido político del gobernador, o a la cada
vez más desorganizada Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
En este sentido, más allá de que no tenga nada en contra
de Pablo Pérez como figura al abstraerlo de su entorno partidista, nunca he
sido simpatizante de la hegemonía neotempista en el Zulia, ni he visto con
buenos ojos las formas de actuar de ese personalista partido que gira en torno
a la figura de un político particularmente malo e inepto como Manuel Rosales.
Mi aversión por Un Nuevo Tiempo (UNT) se traduce en hechos como el nunca haber
votado por su tarjeta electoral cada vez que he ejercido el derecho al
sufragio, y el haberme abstenido en los comicios municipales de 2010, para no
respaldar la mediocridad de la candidata, hoy alcaldesa, lanzada por UNT y
respaldada por la MUD.
A su vez, considero a la administración estadal saliente
como una particularmente "neutra", si es que a ésta realmente le
calza tal calificativo. "Neutra" porque, independientemente de los
problemas presupuestarios de los que todos estamos al tanto, no realizó
verdaderos esfuerzos por gestionar óptimamente los pocos recursos con que
contaba, pero a la vez tampoco puede afirmarse que haya actuado mal de forma
deliberada, como las administraciones chavistas hacen. Sencillamente, permitió
que el Zulia continuara el proceso de degeneración por el cual ya estaba
encausado, de ahí el calificativo “neutra”.
A pesar de todo ello, no me arrepiento de haber votado el
16 de diciembre por Pérez, puesto que como ya dije, fue un acto hecho en
ejercicio de mi consciencia, un acto de conveniencia política, un esfuerzo para
proteger al Zulia del poder de la dictadura, era lo que las circunstancias
exigían. Es probable que esa haya sido la motivación por la que muchas
personas, ajenas a los encantos del populismo, decidieron votar.
Ahora bien, no puede culparse al elector desmotivado por
no haber votado, sobre todo teniendo en cuenta que abstenerse es tan legal y
legítimo como votar, y teniendo en cuenta además la clase de electores que
caracterizan a este país, carentes de una madurez política que les permita ver
más allá de lo que algún medio de comunicación informe o de la euforia
transmitida en las campañas electorales -en
el caso de las clases media y alta-, o ver más allá de las dádivas
clientelistas otorgadas por los candidatos
-en el caso de la clase baja-. Arremeter contra quienes no votaron no es
la solución, a pesar de que su abstención haya contribuido importantemente con
la derrota opositora, ya que eso sólo los desanimará aún más para futuras
ocasiones. Afirmar que por el hecho de no haber sufragado, un venezolano no
tiene derecho a quejarse de la situación del país, es tan absurdo e idiota como
que los oficialistas digan que los opositores no son venezolanos por el solo
hecho de ser contrarios al régimen.
Como ya sugerí, el elector que se abstuvo puede ser
considerado responsable del fracaso desde un plano estrictamente numérico, pero
realmente quien carga con la culpa de habernos conducido a esta estrepitosa
derrota es la dirigencia opositora. La Mesa de la Unidad Democrática y los
partidos políticos que la conforman debían asumir una campaña mucho más
intensa, agresiva e inteligente, que no sólo incentivara a sus deprimidos
simpatizantes -muchos de los cuales terminaron por abstenerse- , sino que
también buscara captar el voto chavista, promover el llamado “voto cruzado” de
quien en las elecciones presidenciales se había decantado por Chávez. Si el
voto de ese elector, tradicionalmente chavista, se hubiese logrado atraer, es
probable que la abstención no hubiese resultado determinante. A la MUD le faltó
velocidad de reacción después del 7 de octubre, se dejó estremecer por la
reelección del dictador, y el factor lástima de la enfermedad de Chávez terminó
noqueándola.
Estos comicios regionales me dejan tres grandes
conclusiones que me gustaría compartir:
En primer lugar, creo necesario que quienes nos
consideramos contrarios al dictador -tanto individualmente como bajo la figura
de grupos civiles y partidos políticos- seamos más proactivos, honestos,
sensatos y directos en nuestros esfuerzos para denunciar los abusos del
régimen, renovando así la cara ofrecida por la oposición política al chavismo.
Basta de “guabineo”, hay que hablar claro, hay que abocarse a la creación de
consciencia política tanto en los adeptos al gobierno nacional, como en
aquellos que no lo son, ya que a fin de cuentas, si hay algo compartido por
ambos grupos es la ignorancia, ignorancia que será usada por los nuevos
gobiernos regionales como su arma para ampliar la aceptación del chavismo en la
colectividad. Nosotros por nuestra parte tenemos el gran reto de cambiar la
mentalidad de la sociedad, de no permitir que el chavismo profundicé la
ignorancia generalizada.
En segundo lugar, limitándome a lo que incumbe al
Municipio Maracaibo, considero que la MUD debe aprender de esta última lección,
y darse cuenta que a pesar de que UNT se mantenga como la primera fuerza
opositora en el Zulia, ya no posee la hegemonía abrumadora de otrora, por lo
que se torna imperante la sustitución de Evelyng Trejo por otra persona más
preparada y con mayor liderazgo en la candidatura a la Alcaldía de este
Municipio. La actual Alcaldesa y candidata a la reelección ha demostrado con su
pésima y mediocre gestión que es una política de mentira, confeccionada de la
noche a la mañana, y que no tiene lo necesario para asumir un trabajo tan
importante como lo es llevar las riendas de la administración pública de uno de
los Municipios más poblados de Venezuela.
La última de las conclusiones a las que he llegado, es la
evidente consagración de Henrique Capriles como líder de la oposición a nivel
nacional. No todos piensan igual, de hecho, la idea de este definitivo
liderazgo nacional tiene varios detractores, sobre todo entre algunos grupos de
intelectualoides y esnobs de oposición que basados en argumentos e ideas que
rayan en lo ridículo y pretencioso, rechazan este hecho sin considerar todas
sus implicaciones. No todos comulgan con algunas de las ideas
centro-izquierdistas de Capriles, algunos consideran que el haber perdido la
pasada elección presidencial lo quemó por completo para futuras oportunidades,
otros consideran que se requieren líderes más radicales, fuertes o
carismáticos; pero a pesar de todas esas opiniones, y empero haber perdido el
perfil de dirigente nacional a tiempo completo por haber optado a la reelección
regional, lo cierto es que la victoria de Capriles Radonski en Miranda, a pesar
de no ser aplastante, lo consolida como la figura más confiable y popular de la
oposición, el mejor posicionado para afrontar futuras elecciones
presidenciales, bien sea contra el propio Chávez o ante su sucesor Maduro en
eventuales comicios anticipados.
Capriles debe replantearse la forma en que lleva su
liderazgo, renovar su perfil político. Si bien es cierto que su carácter
conciliador le ha funcionado hasta cierto punto, y que hasta cierto punto debe
mantenerlo, es conveniente que tome un tono un poco más irreverente y agresivo,
que se proyecte como un hombre estoico y firme en su lucha.
En definitiva, ahora más que nunca, y así no sea el ideal
buscado, tenemos un líder. Aquel que piense lo contrario, lo invito a decirme
sus razones, y sobre todo, a darme un nombre.
José Alberto Vargas La Roche.
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