Chávez murió. Esta pequeña pero contundente frase
de dos palabras posee una magnitud tal, que el mensaje que transmite constituye
el acontecimiento más importante de los últimos 14 años de historia venezolana.
Me atrevo a decir que más importante que la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, el
Golpe de Estado de 2002, el paro petrolero de 2002/2003, el referendo
revocatorio de 2004, las elecciones presidenciales de 2006, el intento de
reforma constitucional de 2007, la enmienda constitucional de 2009, o las elecciones
presidenciales de 2012; y es que quien falleció fue el propulsor, responsable
directo en algunos casos e indirecto en otros y principal protagonista de gran
parte de estos sucesos y de muchos otros. Chávez supo labrarse un perfil
mesiánico gracias a sus dotes de comunicador, hechizando a sus seguidores hasta
el punto de ser considerado por ellos “Héroe de la Patria”, “Nuevo Libertador”, “Padre del pueblo”, “Cristo de
los pobres”, entre otros calificativos que lo endiosan, lo que explica el peso que
tuvo en la vida nacional e internacional y la conmoción generada por esta
noticia. Así pues, es lógico que esto haya obligado a este blog a salir del
período de hibernación en que se encontraba.
Desde mi perspectiva y de acuerdo a mis creencias
y valores, no hay razón para celebrar como una victoria la muerte del
Presidente Chávez, ni tenerla como fuente de alegría y júbilo, recordemos que
murió su líder, pero contrario a lo que muchos pensábamos, tal parece que el
chavismo sin Chávez está vivo, unido y en
condiciones de mantenerse en el poder; lo que no puedo evitar es sentir un gran
alivio y percibir una especie de justicia divina en todo el asunto, a pesar de
que hubiera preferido mil veces verlo condenado por tribunales nacionales o
internacionales y expiando sus culpas en vida. Ahora, tampoco hay nada que
lamentar, la muerte de Chávez no es motivo de tristeza, lástima, ni respeto
espontáneo hacia este hombre, como si de alguien bueno se hubiera tratado. No
podemos olvidar que fue uno de los personajes más nefastos de la historia patria, un dictador que vestía
un traje seudodemocrático.
Hugo
Chávez violentó sistemáticamente la Constitución que él mismo propuso e
impulsó; el parlamento que le servía
como súbdito alteró el ordenamiento jurídico, como si de plastilina se tratara,
para hacerlo compatible con su proyecto socialista; se encargó de controlar
todas las ramas del Poder Público, eliminando cualquier posibilidad de que el
Estado venezolano funcionara con independencia de su régimen y convirtiéndose
en su amo y señor; se encargó de devastar la economía nacional con el
despilfarro de los recursos públicos, la creación de las irresponsables y
asistencialistas misiones, el mal manejo de PDVSA, el establecimiento y
mantenimiento del control cambiario, el control excesivo en el mercado, las
continuas expropiaciones y la casi aniquilación del sector privado; permitió
que su gobierno se convirtiera en el más corrupto de América Latina; nunca
combatió la creciente inseguridad, sino que acogió dentro de su régimen a
agentes que la propiciaban; sembró la división social con su discurso de odio,
generando un terrible resentimiento de la clase baja a las clases media y alta,
y viceversa. En sumatoria, fue quien destruyó el Estado de Derecho, implantó
una nueva dictadura y quebró social y moralmente a Venezuela.
No existen entonces motivos para afligirse. Chávez
era un ser peligroso y ahora no hay que sentirse amenazados por alguien que se
encuentra en la barca de Caronte, alguien que ahora pasa a formar parte de la
historia venezolana como un vil caudillo más de los tantos que han pasado por
esta tierra, como un nuevo miembro del selecto club de déspotas que gobernaron la Venezuela independiente del poder español por períodos de más
de 10 años -consecutivos o no- y del que ya formaban parte Bolívar, Páez, Guzmán
Blanco y Gómez, y como uno de los 4 mandatarios que fallecieron en el poder,
junto a Linares Alcántara, Gómez y Delgado Chalbaud. El Chávez persona ya no es
motivo de preocupación, la amenaza de hoy es el Chávez mito, el Chávez recuerdo
que está en las mentes de sus seguidores, y que los hombres fuertes del chavismo
desde ya se lo apropian y utilizan como arma para catapultar a Nicolás Maduro
hasta la Presidencia de la República.
Y así esto nos lleva al ineludible tema electoral,
en el que Venezuela se deberá volver a sumergir apenas salga del impacto
mortuorio, por mandato de la Constitución Nacional en su artículo 233. Nos
tocará afrontar un nuevo evento comicial dentro de pocas semanas (dentro de los
30 días posteriores al 05 de marzo del presente año), la tercera elección en un
período de apenas 6 meses, con una ciudadanía evidentemente extenuada por la
perenne campaña y tensión política, lo que se siente con especial intensidad en la
población opositora, que está confundida, desanimada y golpeada. El sector
oficialista se encuentra igualmente cansado, pero su candidato cuenta con la
siempre importante ventaja de la compra de votos con recursos públicos, y del
decisivo –y antes explicado- uso del fantasma de Hugo Chávez como estandarte de batalla, lo que será un
revulsivo en los ánimos del chavismo y casi seguramente permitirá el acceso
definitivo de Maduro a la Presidencia.
No obstante, es imperante que quienes nos
identificamos como opositores, ya no a Chávez, sino al régimen dictatorial que
construyó, hagamos un último esfuerzo por librar al país de éste, y convertir
al chavismo en un mero movimiento político de doctrinas arcaicas que vaya
siendo olvidado con el pasar de los años. Es una tarea difícil, por no decir
imposible, pero tenemos que poner empeño una vez más para alcanzar este ideal, o por lo
menos, para morir de pie. Hay que salir a votar por Henrique Capriles Radonski,
aunque para muchos haya perdido credibilidad; hay que motivar a quienes se
encuentran desmoralizados todavía por la derrota del 7 de octubre y por las
pobres expectativas, aunque les parezca un trabajo inútil. Por nuestra dignidad
como pueblo, porque queremos tener un buen futuro en tierras venezolanas a
pesar de que ello cada vez se torne menos probable, porque queremos que este
país resista un poco más, ¡a votar!
José Alberto Vargas La Roche.
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