Maracaibo verde.



El título de esta publicación podría sugerir que escribiré sobre algún movimiento ecologista, o tal vez de algo relacionado con la moda de lo orgánico; pero no, en estas líneas no les pediré que desechen el desodorante y anden por la calle orgullosos con el tufo de sus sobacos, ni que se bañen cada 2 días o que sus duchas duren minuto y medio para ahorrar agua, ni mucho menos que apaguen sus aires acondicionados y ventiladores o que eleven sus temperaturas para  no consumir tanta energía eléctrica, no; el título de esta publicación es bastante literal, y se refiere a una de mis mayores aspiraciones para esta ciudad: hacer de ella un pulmón vegetal que conviva con el carácter urbanizado, que eleve su calidad estética y que ayude a mitigar el característico calor marabino.

Todos sabemos que vivimos en un infierno, casi a la par del imaginado por Dante y por tanta literatura y cine. Un infierno que lo es no sólo por la implacable y creciente delincuencia, y por la perpetua y generalizada hostilidad y amargura del maracaibero en el día a día, sino también por el terrible y agobiante calor que sufrimos en nuestra querida Maracaibo. Repito, sufrimos. Y es que no hay mejor palabra para describir lo que experimentamos con el calor: sufrimiento.

Maracaibo es una ciudad plana, semiárida, de altas temperaturas, elevada humedad del aire, pocas precipitaciones e intensa radiación solar. La temperatura media de Maracaibo oscilaba, para el período 1970-1998, entre 27,7 y 29,6 °C, (Fuente: Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología. Nota: gracias INAMEH por tener los datos que ofreces al usuario desactualizados por 16 años), y quien revise habitualmente la temperatura se habrá dado cuenta que esa media ha aumentado en los últimos años. Además, esta temperatura, por sí misma bastante elevada, se une a otros factores o condiciones ambientales como la humedad relativa, que en el mismo período de tiempo osciló entre 68,0% y 75,0%², las radiaciones ultravioletas -que según el índice que las categoriza, en Maracaibo pueden llegar a ser extremas- (Fuente: The Weather Channel³), y la velocidad del viento, para generar sensaciones térmicas elevadísimas, que en los últimos años han llegado a ser de hasta 50 °C.

Vemos entonces que no en vano el calor y el sol de Maracaibo han sido la inspiración de refranes (el catire está arrecho), canciones (la famosa gaita que es una oda al estoicismo del maracucho para aguantar el calor) y por supuesto, el más conocido mote de nuestra ciudad: la tierra del sol amada. Tal vez germanos, escandinavos y anglosajones estarían encantados de pasar las vacaciones invernales en una piscina en Maracaibo, para escapar del fuerte frío que se vive por esas latitudes, pero lo cierto es que para el marabino la cosa no es tan bonita; jamás se podrá acostumbrar del todo al calor, por mucho que pase una vida en esta ciudad, y es que somos humanos al fin y al cabo, y tener que soportar este clima los 365 días del año no es tarea fácil, tarea que se pone aún más cuesta arriba al considerar que mientras el calentamiento global hace de las suyas y va poco a poco calentando más la ciudad, ni el gobierno ni el sector privado trabajan para mejorar las condiciones de vida del ciudadano ante las dificultades térmicas, sino que por el contrario parecen olvidar donde vivimos.

Esto se aprecia en las malas decisiones urbanísticas y de materiales que toman muchos arquitectos e ingenieros privados, y en la negligencia del gobierno municipal al no hacer zonificaciones efectivas y al otorgar permisos de construcción a obras que no cumplen con los requisitos ambientales exigidos. Así, por ejemplo, el largo trecho de altos edificios construidos en la avenida El Milagro bloquea parcialmente los vientos provenientes del Lago de Maracaibo, lo que claramente afecta la sensación térmica de la ciudad; y, por otra parte, las tablillas rojas de arcilla usadas para recubrir las fachadas de muchas edificaciones durante un período importante de la historia contemporánea de la ciudad, absorben el calor, en lugar de refrescar las edificaciones que protegen.

También podemos evidenciar el nivel de dejadez de los gobiernos municipal, estatal y nacional al verificar sus nulas políticas ambientales, específicamente en lo que respecta a la creación, expansión y mantenimiento de áreas verdes en la ciudad. La naturaleza semiárida de nuestra ciudad es propicia para el crecimiento natural de una vegetación xerófila, pero al ser un área tan poblada, este tipo de vegetación no es el idóneo para dar sombra, frescura y oxígeno suficientes para los millones de maracaiberos, por lo que se hace necesario la introducción por parte del hombre de otro tipo de especies de plantas: frondosas, altas, resistentes al calor, y de rápido crecimiento. A pesar de esta necesidad, Maracaibo es un desierto donde predominan el negro del asfalto, el gris del concreto, y el rojo de la tierra arcillosa de nuestra región, y no el verde de los árboles y la paleta cromática de las flores. La arborización con que cuenta nuestro Municipio ha sido llevada a cabo principalmente por los particulares, en muy pequeña escala y sin ningún criterio urbanístico, por lo que lo más común es ver a nuestros pocos árboles y arbustos en los patios de las casas y edificios y en las jardineras de las aceras frente a éstos.

Las áreas verdes gestionadas públicamente se limitan al parque Vereda del Lago -que cuenta con más caminos pavimentados con asfalto o concreto, locales comerciales y tierra sin sembrar, que grama, árboles y flores-, un puñado de pequeñas plazas y las islas de las calles y avenidas. A esta falta de espacios verdes se le suma el hecho de que los existentes, además de estar regidos por la improvisación, y tener una disposición discontinua y poco densa de las plantas sobre el terreno, carecen de un mantenimiento serio, por lo que no es inusual ver árboles muy pequeños, deformes, secos y muertos por falta de riego y demás cuidados correspondientes, mal podados, y demasiado aislados unos de otros, por lo que no proporcionan sombra y alivio alguno al calor.

Cabe destacar como otro factor negativo con respecto a la arborización de Maracaibo, que el ciudadano común no tiene respeto alguno por la flora municipal, al punto de que fue común ver, por ejemplo, como durante los meses de protesta de este 2014 se recurría con frecuencia y sin remordimiento a la destrucción de plantas para usarlas en el levantamiento de barricadas, y en casos aún peores, como algunos individuos incendiaban árboles por pura diversión (tuve la experiencia particular de tener un enfrentamiento serio con un grupo de hombres que habían prendido fuego a una palmera en la intersección de las avenidas 5 de julio y Bella Vista, al verme intentando apagar el fuego).

Es así pues, que Maracaibo está urgida de una política ambiental seria y efectiva, que realmente ayude a mitigar la terrible sensación térmica con que vivimos sus habitantes y que eleve la cantidad y calidad de áreas verdes para el esparcimiento y en los lugares de tránsito. Se necesita crear suficientes parques y plazas que se adecúen a las grandes dimensiones de nuestra urbe, así como se necesita una arborización extensiva de nuestras calles, avenidas y aceras, atendiendo todo a criterios urbanísticos de vanguardia, siendo diseñados por profesionales preparados en las áreas del paisajismo, el urbanismo y la botánica, contando con sistemas automatizados de riego y con mantenimiento efectuado por mano de obra capacitada.

También es más que conveniente que esta amplia labor propenda a diversificar las especies plantadas, procurando introducir aquellas que sean agradables a la vista, así como a poner énfasis en la siembra de plantas florales y ornamentales junto a las que tengan como objetivo únicamente proporcionar sombra, para que así nuestros espacios verdes no sólo cuenten con la practicidad que significa la búsqueda del control de la sensación térmica, sino también un elemento estético que sirva para darle vida y atractivo turístico a nuestra ciudad, e incluso para contribuir en la calma de los siempre caldeados ánimos del maracucho, al lograr romper la aburrida monotonía del negro, el gris y el rojo.

Concluyo entonces exigiendo a la Alcaldía del Municipio Maracaibo y a los gobiernos regional y nacional en su calidad de colaboradores - tomando en cuenta el exacerbado centralismo que impera en Venezuela-, que no se limiten a hacer de la arborización de la ciudad una cosa de simples y eventuales ‘’jornadas’’, marcadas por la improvisación y la falta de profesionalismo y seguimiento posterior, que sólo hacen como propaganda política, sino que se aboquen a elaborar políticas de altura para hacer una Maracaibo verde.

José Alberto Vargas La Roche.

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